Directamente, desde el valle de Elda, en Alicante, a Rodeo Drive, la calle más exclusiva de Beverly Hills, en Los Angeles. Llegan envueltos en varias capas de papel de seda blanco y son transportados en unas bellas cajas plateadas en cuya tapadera se puede ver, muy pequeño, el nombre de Stuart Weitzman escrito en polvo de metal. Son los zapatos que muchas invitadas lucirán esta noche en los Oscar y que han sido realizados íntegramente en Elda, una pequeña localidad de 55.000 habitantes que vive de la industria del calzado, actividad a la que se dedica casi la mitad de su población desde hace siglos.

Y precisamente en Elda se instala seis meses al año el zapatero de las estrellas, apodo que la prensa puso a Weitzman porque sus diseños los calza el todo Hollywood. De Angelina Jolie a Beyoncé, que luce varios de sus modelos en la portada y el vídeo de su último disco, I´am Sasha Fierce.

Pero estos días de cuenta atrás, el zapatero no está en Alicante, claro. Weitzman se pone al teléfono en EEUU. La semana previa a la ceremonia, las puertas de su tienda en Rodeo Drive están abiertas las 24 horas. Y él mismo, solícito, ayuda a las estrellas y sus estilistas a elegir sus zapatos. "Es una noche única y las actrices deben disponer de todo el tiempo que quieran, sin molestias de gente ni de periodistas. Además, están todo el día de trabajo, en ruedas de prensa, en presentaciones y es habitual que a las dos de la mañana te digan que es la hora perfecta para ver la colección".

Para calzar a las actrices sobre la alfombra roja, Weitzman asegura que se debe ser "competitivo" y tener psicología. "Son zapatos que nunca han sido vistos y de los que solo hay un modelo. Ninguna actriz puede llevar un zapato igual esa noche. Además, existen diferencias y hay que satisfacer cada una de las exigencias de las estrellas", comenta el creador. Por ejemplo, no se pondrá el mismo zapato Meryl Streep que la exuberante Beyoncé.

Para la noche del gran paseíllo, Weitzman ha preparado 11 modelos exclusivos. En ediciones anteriores los calzaron Eva Mendes, Angelina Jolie, Eva Longoria, Kate Winslet, Catherine Zeta-Jones y Heidi Klum, que el año pasado deslumbró con un vestido rojo y unas sandalias a juego de Weitzman.

Weitzman, sabedor de que el prestigio también se gana en los titulares, fue el primer diseñador que se apuntó el tanto de confeccionar las sandalias del millón de dólares, con 464 diamantes de 64 quilates. Los zapatos, a los que se encaramó Laura Elena Harring en el 2002, fueron superados después por los modelos que ha desarrollado con el Gremio Internacional del Platino.

De este maridaje han surgido unos zapatos-joya que en Hollywood se han ganado la reputación de ser "amuletos de la suerte": algunas de las candidatas que los han lucido han conseguido la estatuilla. Fue el caso de la cantante Alison Krauss, gran triunfadora de los Grammy de este año y que se llevó un Oscar por las canciones de Cold Mountain sobre unos zapatos valorados en dos millones de dólares.

El zapatero también presentará esta semana un par de sandalias especiales. Saber qué actriz las lucirá es uno de los secretos mejor guardados en Beverly Hills. No así por dónde irán los tiros. "Este año de crisis no es un buen momento para extravagancias. La elegancia sencilla reinará en los premios de la Academia", apunta este hombre que se declara demócrata, admirador de Obama, y que ya está preparando un par de zapatos para la primera dama, igual que hizo con sus antecesoras. Como él mismo dice, es el único americano que se dedica al diseño de zapatos de lujo. Eso sí, hechos en España.

Y a España, precisamente, llegó Weitzman hace 37 años. Le trajo la crisis del calzado en EEUU. "Vi talento en el valle de Elda", asegura. Tenía 28 años, una licenciatura en Economía y amplios conocimientos del sector, ya que fue aprendiz de su padre en la empresa Mr. Seymour. En esta población se establecieron muchas empresas zapateras americanas, pero solo la de Weitzman ha sobrevivido a los vaivenes que la globalización ha propinado a la industria del calzado.

Trabajador incansable

Según sus colaboradores, "es un trabajador incansable" que se niega a abandonar el trabajo artesanal y de alta calidad con el que se produce en sus fábricas para buscar mano de obra barata en otros países. "Mi clientela quiere el mejor producto y yo necesito flexibilidad de diseño y producción. Nadie me pide que baje el listón y yo no siento la presión de hacerlo", comenta Weitzman, orgulloso de la labor de los más de 2.000 empleados de las 12 fábricas que trabajan para él de forma directa. Con todo, de la compañía de Weitzman viven casi el 40% de los trabajadores que se dedican al calzado en el valle de Elda. "Es un genio que ha aportado muchísimo a la industria del calzado de Elda --dice José María Amat, fundador del Museo del Calzado y profesor de Tecnología del Calzado--. Y una de las pocas excepciones del valle que fabrica todo el zapato en España".

Weitzman produce cada año en Elda dos millones de pares de zapatos en dos colecciones que suman 300 modelos diferentes con 36 tamaños por cada modelo. Un lujo hecho a mano cuyas exportaciones se destinan en un 70% a EEUU, donde el diseñador tiene 24 tiendas propias, y otras 27 en Europa (Saint Tropez, Mónaco, la famosa Rue de Saint Honoré de París).

"En la fábrica y en casa siempre comentamos los zapatos que vemos en las revistas o la tele, y que hemos hecho aquí. Es muy divertido y estimulante ver tu trabajo", comenta Amalia Gascó, que se ocupa del acabado. Ella coloca los adornos una vez que sus compañeras de mesa han repasado el producto, que volverá a ser revisado muchas veces antes de ser envuelto en papel de seda. "¿Sabe qué regalo me trajo mi hijo de Roma? Una foto del escaparate de Stuart en Roma, con un zapato al que yo había hecho el adorno", añade.

Así es el ambiente que se respira en el silencio de las fábricas de Weitzman, en las que trabajan hombres y mujeres, en la misma proporción, entre hilos, barnices, pieles, hormas, máquinas y cientos de estanterías de zapatos que avanzan por los pasillos de la cadena hasta que llegan a la zona de embalaje. "Hay que estar muy pendiente de todo el proceso, cada zapato es una joya que requiere una atención única, tanto los de calle como los de fiesta que luego se ven en los Oscar", afirma la jefa de almacén, Ana Salguero.

Ley de oro de Weitzman: "Siempre he pensado que un zapato hermoso no merece la pena salvo que sea tan cómodo como bonito". Hay otro valor añadido. Angelina Jolie, por ejemplo, también aprecia la garantía de legalidad: calzando Weitzman, no se llevará la sorpresa de descubrir que la prenda de firma que luce ha sido fabricada en un taller ilegal. Según explica Roberto Saviano en Gomorra, la actriz lució un traje blanco en los Oscar que había sido confeccionado en una fábrica clandestina de Arzano, donde miles de personas trabajan a destajo, sin cobertura social y con sueldos ínfimos. Por cierto, Jolie usa un 39 medium.