No está mal para un pato cojo , que es como se conoce en el argot político de EEUU a un presidente en la recta final de su mandato. La recta final de George Bush está siendo muy larga, pero el inquilino de la Casa Blanca ha ganado el primer pulso político de enjundia que le ha planteado el Congreso, de mayoría demócrata desde las elecciones del 2006. En sendas votaciones, la Cámara de Representantes y el Senado aprobaron el jueves el proyecto de ley de financiación de las guerras de Irak y Afganistán sin imponer a Bush un calendario de retirada.

La primera versión del proyecto de ley preveía que las tropas empezaran a replegarse el próximo año. Bush lo vetó, y en la negociación de la segunda versión los demócratas, carentes de suficiente mayoría para eludir el veto presidencial, han acabado transigiendo. El texto da a Bush unos 90.000 millones de euros --EEUU ya se ha gastado 420.000 millones--, y le exige que en julio y en septiembre exponga los avances conseguidos en Irak y que el 1 de septiembre se haga público un informe independiente sobre los logros del Gobierno iraquí.

Exigencias asumibles para la Casa Blanca, que ayer no ocultaba su satisfacción por el desenlace de un tira y afloja que ha durado cuatro meses, pero insuficientes para parte de los congresistas demócratas y, sobre todo, para los movimientos pacifistas, que se consideran cuanto menos traicionados por un partido que en gran medida ganó las legislativas del 2006 gracias a su compromiso de traer a los soldados de regreso a EEUU.

CABALLO PERDEDOR El problema, según los demócratas que votaron a favor de la medida, es que el Capitolio eligió un caballo perdedor para enfrentarse a Bush. Una nueva legislación con un calendario de retirada habría sido de nuevo vetada, y el retraso habría afectado al material que necesitan los soldados en el campo de batalla. Una cosa es que las encuestas demuestren que la mayoría de los estadounidenses están en contra de la guerra y otra muy diferente es que el Ejército no tenga una financiación adecuada por querellas políticas. Bush ha sido hábil al transmitir la idea de que "el politiqueo en Washington" pone en riesgo a los soldados, y los demócratas no han evitado la trampa.

Pese a ello, la votación en las dos cámaras evidenció la división entre los demócratas. Sus dos principales candidatos en la carrera presidencial, los senadores Hillary Clinton y Barack Obama, votaron en contra, conscientes de que movimientos pacifistas como Move On habían amenazado con retirar su apoyo a los que votaran a favor.