El voto de silencio ante los medios informativos durante el precónclave que el cardenal Joseph Ratzinger arrancó de sus colegas llegó con retraso. Cuando el colegio cardenalicio aceptó esta limitación, el pasado sábado, 40 de los 115 purpurados que entrarán en el cónclave ya habían apuntado sus preferencias sobre el perfil que debería tener el sucesor de Juan Pablo II. Si se tratase de una encuesta, una muestra del 28% de los electores sería infalible. Pero en este caso no se expresa la intención de voto. Y, además, la única conclusión clara es la discrepancia entre los partidarios de un cambio moderado y quienes aspiran a una continuidad sin fisuras.

EL RETRATO ROBOT El cardenal belga Godfried Daneels ha sido quien ha dibujado el retrato robot del papa que desearía el sector más renovador de los cardenales. El candidato debería incrementar la participación de la mujer en la dirección de la Iglesia y recuperar terreno en las secularizadas sociedades occidentales: "No sólo es importante que exprese la verdad, sino que la haga atractiva". Un nuevo enfoque de la moral sexual es una vía para lograrlo: según Daneels, el nuevo papa "deberá lidiar con problemas éticos, que no deben ser reducidos siempre a problemas sexuales".

Otros han seguido esta línea. El presidente de la Conferencia Episcopal alemana, el cardenal Karl Lehman, desea del futuro pontífice "la mayor apertura y profundidad posible". Y son numerosos los cardenales que esperan que la centralización en la curia dé paso a un mayor respeto a las iglesias locales.

Algunos han dado un paso más y, sin citar nombres, sí han dicho que no hay por qué buscar un nuevo Juan Pablo II. El arzobispo de Sao Paulo, Claudio Hummes, confesó que es imposible buscar una "copia" de Karol Wojtyla, ya que "la humanidad camina, cada papa es un nuevo papa y abre un nuevo tiempo para la Iglesia". Compartió esta apreciación el cardenal francés Phillippe Barbarin, quien aspira a que el sucesor esté "abierto a un mundo que se mueve, sin repetir una doctrina de hormigón armado", porque la Iglesia "está madura para novedades".

Muy distintas han sido las opiniones de un buen número de cardenales extraeuropeos. "Nadie que conozca bien la Iglesia puede pensar en un cambio radical", opinó el único cardenal australiano, George Pell. "Quizá la mejor manera de resumirlo es que necesitamos otro Juan Pablo", ha concretado el cardenal surafricano Wilfrid Napier.

El nicaragüense Miguel Obando se ha mostrado convencido de que el futuro pontífice "seguirá los pasos de Juan Pablo II". Este concepto tiene un sentido unívoco en manos del cardenal chileno Jorge Medina: "Debe ser conservador. Un papa no puede ser liberal en las materias que tocan la doctrina de la Iglesia".

Estas opiniones se pronunciaron antes de que los cardenales experimentasen el impacto del funeral de Juan Pablo II. Algo que habrá impresionado a los electores y les habrá impuesto el reto de hallar un sucesor "que reúna las características de lo que creen un papa santo ".