Los shiís conmemoran en Kerbala la muerte del imán Husein, nieto de Mahoma, a finales del siglo VII. Su martirio perpetuó la escisión entre las dos grandes ramas del islam: sunís y shiís.

Husein acudió a Kerbala desde Arabia con un pequeño grupo de seguidores para enfrentarse a las tropas del califa Yazid, quien ostentaba oficialmente el poder político en el islam. Se trataba de una lucha de poder entre descendientes de Mahoma tras la muerte del profeta. La región estaba habitada por shiís, pero nadie acudió en su ayuda. Las tropas de Yazid rodearon a Husein e incluso le impidieron beber agua, algo considerado una auténtica tortura en aquella época. Husein pereció alcanzado por flechas y lanzas y finalmente le cortaron la cabeza. La batalla de Kerbala pasó a la memoria colectiva de los shiís como la historia de una traición, similar a la que sufrió Jesús cuando fue abandonado por sus discípulos.

Los peregrinos que han acudido hasta Kerbala, ciudad donde se encuentra enterrado Husein, realizan tres gestos para infligir en ellos el dolor que sufrió el imán antes de su muerte y para expiar la culpa de sus antecesores, que no acudieron en defensa de su líder: un golpe en el pecho, latigazos en la espalda y golpes con un sable en la cabeza, cuyo cuero cabelludo ha sido rasurado previamente con una cuchilla, lo que hace brotar abundantemente la sangre, mientras gritan repetidamente "ia Husein", "ven Husein".