Las elecciones generales de abril, que los progresistas ganaron por 24.000 votos, fueron supuestamente manipuladas desde la derecha con una trampa informática. El fraude fue descubierto y abortado in extremis en la larga noche electoral, que acabó con la derrota de los conservadores.

Es la tesis de un documental entregado ayer por el semanario Diario . El vídeo Matad la democracia relata lo fácil que resulta manipular los resultados interceptando las papeletas en blanco para adjudicarlas a un candidato, partido o coalición política. La Fiscalía de Roma ha abierto un sumario sobre el caso.

Los autores contaron con una garganta profunda , una fuente que estuvo en el cuartel general de Silvio Berlusconi en el escrutinio. La película empieza con el testimonio de Clint Curtis, autor del programa informático, diciendo que "la manipulación es posible" y que la única manera de descubrirla es "leyendo el código fuente" del programa.

La película de Beppe Cremagni y Enrico Deaglio, director de Diario , recuerda las peculiaridades de aquella noche. Los sondeos y encuestas a pie de urna daban vencedores a los progresistas por cinco puntos, pero a partir de cierto momento la información sobre los resultados parciales se paró. A medianoche, cuando inexplicablemente faltaban los resultados de Campania (Nápoles), delegados progresistas informaron que las cifras del Ministerio de Interior no coincidían con las que habían recopilado en sus colegios.

"No se entiende lo que sucede", añadieron los responsables de Nexus, sociedad contratada para los sondeos. Aquella noche, Giuseppe Pisanu, ministro de Interior, abandonó el ministerio en tres ocasiones, "convocado" por Berlusconi. Mientras tanto, las curvas estadísticas del escrutinio acercaban cada vez más a conservadores y progresistas de una manera curiosa: cada 0,5% que perdía Prodi pasaba en bloque a Berlusconi.

LA TRAMPA La cinta llega al meollo: la trampa estaba en las papeletas en blanco, que en Italia rozan históricamente el millón y medio. Pero ese día fueron solo 400.000, y además, repartidas de forma casi idéntica por todas las provincias.

Curtis demuestra lo fácil que es manipular, e ilustra que donde se vota con papel las encuestas aciertan, pero no donde se vota electrónicamente. "La manipulación es posible y son suficientes un programa y cuatro o cinco personas".