Inesperadamente, el Gobierno de Washington dio ayer un espaldarazo importante al pulso que los monjes budistas sostienen en Birmania con la junta militar que gobierna el país desde 1988. La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, calificó ayer al gobierno militar de régimen "brutal" y dijo que Estados Unidos está "observando muy cuidadosamente" las crecientes protestas contra la junta que controla al país asiático. "El presidente George Bush ha hablado mucho sobre lo que está pasando en Birmania", declaró Rice en un encuentro con periodistas, junto a su homólogo chino Yang Jiechi, celebrado en Nueva York en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas que se inaugura mañana.

Es de suponer que en los próximos días, en la sede neoyorquina de la ONU, la delegación birmana tropezará con una presión fuerte en favor de la democratización del país, actitud que ayudaría a los miles de personas que se oponen a la dictadura y luchan contra ella.

Ayer, unas 20.000 personas se manifestaron de nuevo en la capital, Rangún, en otra marcha de desafío y protesta contra la junta militar. Los observadores señalaron que esta fue la manifestación más importante hasta ahora en la principal ciudad del país desde que hace cinco semanas comenzó un movimiento de protesta popular contra el aumento de los precios de transportes y combustibles. Los manifestantes exigen también el inicio de diálogos con la líder de la oposición y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.

Pero la sorpresa fue la incorporación de varios miles de monjes y monjas budistas --hasta 10.000 según algunas fuentes--, que se sumaron a las protestas colocando al régimen, que siempre ha utilizado mano dura con los opositores y con la población en general, en una delicada posición. Los desfiles de los monjes se iniciaron hace una semana para exigir disculpas al Gobierno por la agresión a varios bonzos por parte de las Fuerzas de Seguridad a principios de mes.

Los intentos de unas 400 personas lideradas por monjes de llegar a la casa de Aung San Suu Kyi, en arresto domiciliario intermitente desde el 2000, fracasaron. Las barricadas policiales les impidieron el paso, algo que no ocurrió el sábado, ya que la dirigente opositora pudo saludar a los visitantes desde su casa.

En Birmania no hay elecciones legislativas desde 1990, cuando Suu Kyi, al frente de la Liga Nacional Democrática (LND), logró una victoria abrumadora, pero el resultado no fue acatado por la junta militar.