Si hay alguien en el epicentro del terremoto provocado por el escándalo del espionaje es el general Michael Hayden, designado por el presidente George Bush para dirigir la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Hayden enfrentará esta semana un complicado proceso de confirmación en el Senado. Se anuncia un bombardeo de difíciles preguntas para el general, responsable de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) cuando se creó el programa y uno de sus mayores defensores. De poco parece servir la encendida defensa del general que ayer realizó Bush, ni su llamada a que sea confirmado "sin demora" en la CIA.

John Kerry, el derrotado rival de Bush en las últimas presidenciales, reclamó con un "ya basta" que el Congreso recupere su papel de control del Ejecutivo. Pese a ello, también mostró la extrema cautela con que la oposición está abordando el escándalo y se resistió a declarar "ilegal" el acopio de información sobre los ciudadanos.

Es la línea general que mantienen los demócratas. Aunque aseguran que serán agresivos en su interrogatorio de Hayden, lo que cuestionan principalmente es que el militar, la NSA y la administración en general no fueran suficientemente transparentes con el Congreso. Casi ninguno, sin embargo, pide la suspensión fulminante del programa.