Todo está listo en Ginebra para que hoy vuelvan a sentarse a negociar, después de 14 meses, los representantes del G-6 (EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) con sus homólogos iranís. Las grandes potencias acuden a la cita con una sensación de urgencia y un creciente consenso a favor de nuevas sanciones, después de que Teherán se viera forzado a revelar la existencia de una segunda planta secreta de enriquecimiento de uranio. Pocos confían en el éxito de las conversaciones, respaldadas también por Israel, donde nadie descarta la opción militar.

Los ensayos de misiles realizados el fin de semana por la teocracia chií han añadido dramatismo a la cita. Su presidente, Mahmud Ahmadineyad, dijo ayer que su país está listo para unas "negociaciones largas" si su propósito es "constructivo". Pero el escepticismo es mayúsculo. Irán ha declarado que no está dispuesto a discutir su programa nuclear, el cual, según defiende, tiene exclusivamente fines civiles. "Las posibilidades de éxito de las negociaciones son mínimas", afirma el experto israelí Zaki Shalom. "La única forma para evitar que los iranís las empleen para ganar tiempo es limitando su plazo y dejándoles claro que existe una opción militar concreta y viable", añade.

Las revelaciones acerca de la segunda planta para enriquecer uranio cerca de Qom, un proceso que sirve tanto para producir energía atómica como para fabricar bombas, han mermado la poca credibilidad otorgada al régimen iraní. El secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, uno de los más fervientes oponentes a un ataque militar durante la Administración de Bush, dijo el domingo que ya no hay ninguna duda de que Irán persigue la bomba.

También parece sentirse engañado el director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei: "Irán debería habernos informado el mismo día en que comenzó a levantarla, pero no lo hizo". En este contexto ha ganado terreno una posible cuarta ronda de sanciones, por más que Teherán se muestre dispuesto a permitir las inspecciones de la OIEA en su planta de Qom.

REBELION Según la agencia de noticias Reuters, la Casa Blanca amenaza con sanciones contra las importaciones iranís de gas y petróleo, y las compañías aseguradoras que respaldan este comercio. "La idea es dañar al régimen o azuzar el descontento creado por las elecciones para que la población se rebele contra él", dice Ephraim Kam, analista del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional israelí.

En Israel, el Gobierno de Netanyahu no confía en las negociaciones, pero las ha abrazado con entusiasmo tras lograr que el mundo haya hecho suya la llamada amenaza iraní. Incluso Rusia parece ahora abierta a las sanciones, como contrapartida a la retirada de EEUU del plan del escudo europeo antimisiles. Por si acaso, Netanyahu azuza el espectro del Holocausto, argumento que utilizó Menahem Begin para justificar ante Ronald Reagan el bombardeo del reactor nuclear iraquí en 1981.