Del City Hall a Downing Street. El Partido Conservador británico espera hacer de la gestión en la alcaldía de Londres su arma para llegar a la jefatura del Gobierno. La victoria en una de las capitales más ricas y observadas del mundo ha deleitado a los tories , pero la personalidad del nuevo alcalde les inquieta. Un patinazo de alguien tan imprevisible e incontrolable como Boris Johnson puede arruinar sus planes para ganar las generales dentro de dos años.

Johnson, con un 53% de votos, puso punto final a la carrera del legendario Ken Livingstone, que solo alcanzó el 47% de los sufragios. El candidato conservador acaparó un voto masivo en los barrios acomodados del extrarradio londinense. Boris, como le conocen los británicos, es la nueva estrella de la política británica a nivel mediático al menos, un hueco que había quedado vacío tras la marcha de Tony Blair de Downing Street.

CON EL ALMA EN VILO Decenas de personas se acercaron a saludar o a aplaudir al nuevo alcalde cuando ayer se acercó caminando hasta el edificio del City Hall, rodeado de admiradores, guardaespaldas y cámaras. "Parece una estrella de rock", decía el comentarista de la BBC que retransmitió en directo la llegada. "Los tories ansiaban ganar, pero es un candidato que les puede poner en ridículo. Van a estar con el alma en vilo durante los próximos dos años", comentaba al Financial Times el exministro conservador Michael Portillo.

A fin de asegurarse que la nueva administración en la alcaldía arranca con éxito, Nicholas Boles, alguien muy próximo al líder conservador, David Cameron, se pondrá al frente de un equipo de transición, con carácter temporal. Aunque sin experiencia gestora alguna y con un presupuesto en sus manos de 14.000 millones de euros, Johnson es el político del partido conservador que, de golpe, ostenta el cargo con más poder.

También ha sido él quien ha dado a los tories la victoria más importante desde 1992. "Sé que hubo muchos de los que votaron por mí que dudaron un instante antes de poner la cruz en la papeleta, pero voy a trabajar sin descanso para justificar y devolverles esa confianza", declaró Johnson al anunciarse el resultado de la votación, admitiendo que muchos desconfían de él.

DUDAS DE LIDERAZGO Dudas y más que dudas pesan ahora sobre el liderazgo del primer ministro, Gordon Brown. La prensa británica pintaba de color rojo la rotunda derrota de los laboristas en las elecciones municipales. "Brown contra las cuerdas después de un baño de sangre en las urnas", señalaba The Guardian . "Brown ensangrentado en la masacre de mayo", decía The Times . "La humillación de Brown reaviva las discusiones para desafiar su liderazgo", advertía, por su parte, The Independent .

El primer ministro es, para la mayoría de los observadores, el máximo responsable del hundimiento de los laboristas, que han cosechado su peor resultado en 40 años. Brown se ha convertido en una carga para su partido y en los próximos meses debe prepararse para sofocar motines internos. El ministro de Justicia, Jack Straw, afirma que los votantes han querido castigar a los laboristas por la subida de los impuestos a las clases más desfavorecidas, un error garrafal de Brown. Straw, sin embargo, cree que su partido puede ganar unas cuartas elecciones generales.

El Gobierno achaca la derrota a la incertidumbre creada por la crisis económica. Brown parece esperar un milagroso retorno de la prosperidad para salir del agujero. Su principal problema es, sin embargo, la falta de nuevas ideas e iniciativas, empeorado por unas dificultades, muy graves, de comunicación.