Sadam Husein morirá probablemente en la horca en el plazo de un mes sin responder por las principales causas que tiene pendientes ante la justicia iraquí. El Tribunal de Apelación de Irak confirmó ayer el veredicto emitido por el Tribunal Especial Iraquí el pasado 5 de noviembre, en el que el dictador iraquí era condenado a muerte por la masacre de 148 campesinos chiís en la localidad de Dujail en el año 1982, y ordenó su ejecución en un plazo de 30 días.

"Desde mañana por hoy cualquier día podría ser el de la ejecución", aseguró el presidente de la más alta instancia judicial iraquí, Aref Shahin. A partir de ahora, la decisión judicial debe ser ratificada por el presidente, Jalal Talabani, y por los dos vicepresidentes para que sea aplicada. Aunque Talabani se opone por principio a la pena de muerte, en el pasado ha delegado en un vicepresidente la firma de sentencias, un trámite aceptado.

Además, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, miembro de la comunidad chií, represaliada en incontables ocasiones por el régimen mayoritariamente suní de Sadam, ha declarado que quiere que la sentencia de muerte sea ejecutada antes de final de año, desencadenando una nueva oleada de críticas contra Bagdad desde las oenegés de derechos humanos por intentar influir en las decisiones judiciales.

APLICAR LA SENTENCIA Un portavoz del Supremo iraquí, Raed Juhi, recordó que la ley iraquí garantiza la ejecución incluso en el caso de que el poder ejecutivo se niegue a ratificar la condena. "Aplicaremos el veredicto mediante el poder de la ley", declaró Juhi sin dar detalles.

De cumplirse el veredicto, Sadam habrá respondido solo por un crimen menor cometido durante su mandato, en comparación con las demás causas pendientes, en particular el ataque con armas químicas contra la localidad de Halabja, donde murieron 8.000 personas en un solo día, o por la causa por la que era juzgado en la actualidad: Las campañas militares en los años 1987 y 1988 en el Kurdistán, que costaron la vida a 180.000 kurdos, según sostiene la acusación.

La masacre de 148 campesinos en Dujail se produjo después del ataque contra un convoy presidencial, en julio de 1982.