La campaña por una coalición conjunta entre los liberales y los conservadores alemanes tiene un límite y lo marca la frontera de Baviera. Que el líder del FDP, Guido Westerwelle, se comprometiera públicamente a acompañar a los de Merkel en un futuro gobierno en el caso de que las cifras que salgan de las elecciones del próximo domingo lo permitieran, no significa que no quiera arañar votos en su electorado.

Por eso, el mitin del candidato liberal ayer en Múnich era casi un primer cierre de campaña, el cómodo, porque aquí no hace falta siquiera atacar encubiertamente a la CDU. Basta con arremeter contra su hermano socialcristiano, la CSU, con el que peor se entienden los del FDP (el sentimiento es mutuo). Los liberales conocen los temores que se tienen desde el sur a la "socialdemocratización" de la unión CDU/CSU.

"En los últimos años la clase media no ha dejado de reducirse. Nos dicen que ha habido una coalición de centro. Pues no queremos ese centro, no queremos un centro que agobie a la clase media", gritaba ayer Westerwelle ante más de un millar de muniqueses sonrientes.

CALDO DE CULTIVO Corbatas, polos de marca, mucha gomina y chaquetas a pesar del calor, parece un cliché, pero eso era lo que más se veía ayer en la Marienplatz. La capital bávara es caldo de cultivo para los liberales, como quedó demostrado en las últimas elecciones regionales, donde el FDP le comió terreno a la CSU hasta conseguir forzar la dimisión de su cúpula y una coalición entre ambos que acababa con décadas de monopolio socialcristiano.

En Baviera venden dos temas, economía y tradición, por eso Westerwelle llevaba ayer a su lado a su sabueso económico, Otto Solms, que defendió de nuevo las bajadas de impuestos, e inició su propio discurso con referencias a la familia.