La Coordinadora Democrática, empeñada en una guerra de desgaste con el Gobierno venezolano, alentó ayer con todos los medios cinco manifestaciones que tomaron las autopistas y confluyeron en una megamarcha en apoyo de los petroleros díscolos y contra el presidente, Hugo Chávez. Un opositor reconoció la "incoherencia en la conducción del paro cívico", que cumplió 19 días y docenas de marchas, y denunció que los radicales buscan un enfrentamiento con sangre. El vicepresidente, José Rangel, dijo: "La marcha esconde una carta en la manga".

El presidente de la patronal Fedecámaras, Carlos Fernández, uno de los tres portavoces habituales de la dirección opositora, acusó a Chávez de "promover el caos" al hacer oídos sordos y no amilanarse ante la huelga general. Al mismo tiempo, confirmó que la situación es "dramática" en gran parte del país y que "la angustia que viven los venezolanos" seguirá durante una Navidad sin tregua. El sindicalista Carlos Ortega arengó a "frenar el proyecto político de Chávez".

Unos pocos chavistas salieron a la calle para apoyar al presidente y contestar que "los que provocan el caos y la carencia son ellos". La toma de Caracas o megamarcha reunió a docenas de miles de personas y un caballo. La policía y una comisión opositora acordaron sobre un plano cómo evitar los roces, que en algunos puntos podían ser detonante de la violencia que buscan los sectores radicales.