El dictador paraguayo Alfredo Stroessner murió ayer en Brasilia a los 93 años y apenas una minoría soltó en su país una lágrima. Stroessner gobernó despóticamente entre 1954 y 1989, cuando fue echado del poder por una asonada militar con aires de opereta que encabezó su consuegro, el general Andrés Rodríguez. Brasil le dio protección y allí falleció en el olvido.

Sus últimos años los pasó sentado frente a un televisor, tratando de ver los goles de su equipo, Libertad, y los canales de dibujos animados. Al momento de su muerte, causada por múltiples complicaciones, respiraba con auxilio mecánico y pesaba 45 kilos. Con esa imagen del irremediable ocaso lo describió el diario ABC , de Asunción.

Los años que controló los destinos del país en alianza con el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas, donde solía ser elegido siempre por una abrumadora mayoría que votaba coercitivamente, estuvieron marcados por la corrupción y el hostigamiento a los adversarios. El liberal Domingo Laino, uno de sus más tenaces opositores, lo definió como un hombre despiadado e intolerante, autor de "crímenes atroces" que nunca fueron condenados. "Muerto el perro, se acabó la rabia. Lo que pasó, ya pasó, pero es importante que quede registrado en la historia que tuvimos uno de los dictadores latinoamericanos más sanguinarios del siglo XX", agregó.