Barack Obama no se tomó su presencia ayer en el Ayuntamiento de Oslo como un mero acto protocolario. No quiso limitarse a recoger su diploma como Nobel de la Paz de este año, soltar unas bienintencionadas palabras y regresar cuanto antes a Washington. El presidente de EEUU habló con ánimo de trascender, de estar a la altura de la ocasión, a la altura de sus mejores apariciones públicas. Reflexionó sobre la perversa relación entre la paz y la guerra, la necesidad del uso justo de la fuerza e incluso de la bondad y la maldad innatas en el ser humano. "Los instrumentos de la guerra tienen un papel a jugar para preservar la paz", afirmó nada menos que en el templo de la paz.

Profundo y a la vez retórico, pragmático y a la par intelectual, soñador y realista, a menudo conmovedor, Obama recogió el premio dando lo mejor de sí mismo y sin soslayar toda la controversia que ha rodeado su designación. De hecho, por ahí empezó, por su aún anoréxico palmarés. "Comparado con algunos gigantes de la historia que han recibido este honor, como Nelson Mandela o Martin Luther King, mis méritos son escasos". Y recordó a aquellos hombres y mujeres que han sido "encarcelados y golpeados en su búsqueda de justicia, algunos conocidos, otros no, que merecen mucho más que yo este honor".

Obama no eludió tampoco la aparente incongruencia de recibir el Nobel de la Paz una semana después de ordenar el envío de 30.000 soldados más a Afganistán. "Estamos en guerra y soy el responsable del despliegue de miles de jóvenes americanos para luchar en una tierra lejana. Unos matarán; otros morirán. Así que vengo aquí con un sentido muy concreto de lo que significa un conflicto armado".

Tocaron trompetas reales a su llegada, se interpretaron bellas composiciones en su honor y los aplausos de bienvenida fueron dispensados con emocionada intensidad por la élite de la sociedad noruega en el ayuntamiento. Pero Barack Obama, con su repaso a las penurias de nuestro mundo y las angustiosas decisiones que los líderes de buena fe deben afrontar a veces, enseguida transformó el ambiente solemne en uno más trascendente.

"EL MAL EXISTE" "No traigo conmigo hoy aquí una solución definitiva para los problemas de la guerra. Tenemos que reconocer para empezar la dura realidad de que no erradicaremos la violencia mientras vivamos. Habrá ocasiones en que las naciones, actuando individualmente o en concierto, encuentren el uso de la fuerza no solo necesario, sino moralmente justificado", dijo.

Y pese a estas palabras de guerra, se declaró heredero de Luther King. Y de sus afirmaciones de paz ("la violencia nunca trae una paz permanente; solo nuevos y más complicados conflictos", citó). "Pero como jefe de Estado no puedo dejarme guiar solo por su ejemplo. Me enfrento al mundo como es, y no puedo mantenerme impasible ante las amenazas que recibe el pueblo americano. Porque nadie debe llevarse a engaño: el mal existe. Y un movimiento no violento no habría podido detener al Ejército de Hitler. Y las negociaciones no podrán convencer a los líderes de Al Qaeda a que abandonen las armas. Decir que la fuerza es a veces necesaria no es una llamada al cinismo, es un reconocimiento de la historia, las imperfecciones del hombre y los límites de la razón".

Y en este punto pareció aludir, sin citarla, a la opinión pública europea. "En muchos países hay una profunda ambivalencia sobre la acción militar, no importa la causa. Entiendo bien que la guerra no sea popular. Pero entiendo también que el deseo de paz raramente basta para alcanzarla. La paz requiere responsabilidad y conlleva sacrificios. Por eso --agregó en un canto al multilateralismo del que es tan afecto-- la Alianza Atlántica continúa siendo indispensable. Por eso debemos reforzar la ONU y no dejar la tarea a unos pocos países".

El dirigente estadounidense abogó por la presión conjunta y sincronizada de la comunidad internacional sobre los países que sean conflictivos, pero nunca en sacrificio del diálogo continuado entre las partes. "Sé que las sanciones sin opción de salida y la condena sin discusión no llevan a ninguna parte. Ningún régimen represivo puede recorrer un nuevo camino si no se le da la opción de una puerta abierta".

RECUERDO AL DOCTOR KING La primera frase del discurso que pronunció Barack Obama fue: "Pese a todas las crueldades y penurias de nuestro mundo, no somos prisioneros de nuestro destino". Y con una profundización de esta idea terminó. Lo hizo volviendo a recordar al doctor King. "La no violencia practicada por hombres como Gandhi y King no puede ponerse en práctica en cada circunstancia, pero el amor que pregonaron debe ser siempre la estrella que nos guíe en nuestro camino". Y añadió una última reflexión propia. "Podemos admitir que siempre habrá opresión entre nosotros y aun así esforzarnos por un mundo justo; podemos entender que siempre habrá guerra y aun así esforzarnos por la paz. Podemos hacerlo; es la esperanza de todo el mundo y ese debe ser nuestro trabajo aquí en la Tierra".