Convertir el sur del Líbano en escombros intentando evitar al máximo posible las bajas en su Ejército. Esta es la decisión que tomó ayer el Consejo de Ministros israelí para continuar con la guerra que libra contra Hizbulá, que se traducirá en una intensificación de los bombardeos sin llegar a invadir el sur del Líbano. Eso sí, el Ejecutivo de Ehud Olmert se cubrió las espaldas ante posibles eventualidades y ordenó la segunda movilización de tres divisiones de reservistas (15.000 personas).

Tras un acalorado debate, el primer ministro Olmert y el ministro de Defensa, Amir Peretz, lograron imponer su punto de vista al de otros ministros y gran parte del Ejército, que defendían una invasión terrestre con todas las de la ley. "La ofensiva va a continuar con la misma estrategia, recurriendo a incursiones terrestres puntuales y bombardeos aéreos", explicó un portavoz gubernamental, quien añadió: "Hasta ahora, el Ejército no tiene problemas de tiempo. Puede tomarse el que sea necesario".

LUZ VERDE Este margen de tiempo es resultado de la luz verde para continuar con la ofensiva que llegó desde la Conferencia de Roma. "Hemos recibido de Roma permiso de la comunidad internacional para continuar con la operación", dijo el ministro de Justicia, Haim Ramon, para añadir: "Todo el mundo entiende que la victoria de Hizbulá sería la del terrorismo mundial". Este permiso , logrado gracias al buen hacer de EEUU, se traducirá en una dura respuesta a la muerte de nueve soldados, el miércoles, en Bint Yebeil y Marun al Ras. "Vamos a bombardear desde el aire las aldeas que muestran resistencia, tras haber avisado a los residentes para que se marchen. No entraremos en las aldeas donde se esconden los terroristas de Hizbulá hasta que las hayamos convertido en sacos de tierra", declaró el ministro sin cartera Eli Yishai. Según Ramon, la actitud israelí en el sur del Líbano se basará en la presunción de que "todos aquellos que permanecen allí son terroristas que están vinculados de una manera u otra a Hizbulá".

Por desgracia, no es exactamente así. Un representante del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) logró llegar ayer hasta Blida, una aldea situada junto a Bint Yebeil. Allí, según el CICR, 700 aterrorizados civiles, entre ellos 300 niños, se han refugiado en una mezquita en pésimas condiciones. En toda la zona, las aldeas tienen problemas de agua, comida y medicinas. "Los cadáveres no han sido sacados de las calles o están enterrados entre ruinas", afirma el CICR. La situación puede ser aún peor, ya que Ramon anunció que las centrales eléctricas son objetivos legítimos en el momento en que Hizbulá se "escuda tras los civiles". El punto de vista israelí ante la tragedia libanesa lo despachó ayer Peretz: "El Líbano está pagando el precio por no haber desarmado a Hizbulá".

600 MUERTOS Un precio muy alto --unos 600 muertos, según cifras del ministro de Sanidad, Mohamed Jalifeh--, es el que están pagando los libaneses por ser culpables de tener un Estado débil. Ayer, continuaron los combates entre Hizbulá y el Ejército en Bint Yebeil y el lanzamiento de cohetes katiuskas --más de 80-- contra el norte de Israel, que se cebaron con la localidad de Kyriat Shmona y cayeron también en Safed, Rosh Pina, Nahariya y Shlomi. Los bombardeos israelís se sucedieron en el sur del Líbano y se repitieron en Beirut. En el este del país, dos personas murieron al ser bombardeados tres camiones con ayuda humanitaria. La guerra también continuó en la franja de Gaza, donde tres palestinos murieron en ataques israelís.