No es coincidencia que Seymour Hersh destapara, hace pocos días, lo que sabía el Pentágono de la sádica tortura de presos iraquís. El prestigioso periodista de investigación ya provocó un cataclismo en la cúpula política y militar de Washington al revelar, hace 35 años, los detalles de la masacre de My Lai. La matanza de 504 hombres, mujeres y niños en esta aldea vietnamita, salvajemente asesinados por la enloquecida Compañía Charlie en 1968, supuso un mazazo que despertó de golpe a los estadounidenses a la realidad de la guerra de Vietnam, cuidadosamente escondida por el Pentágono.

La conmoción causada en Washington por las torturas y vejaciones a los presos iraquís en la prisión de Abú Graib ha refrescado los recuerdos de My Lai en el Gobierno de Bush. "Estas cosas pasan y siguen pasando en las guerras", dijo, apesadumbrado, el secretario de Estado, Colin Powell, al recordar ante la cadena televisiva CNN que él sirvió en Vietnam "cuando ya había pasado My Lai".

Como animales

"Muchos de sus miembros habían caído en una tendencia fácil a la violencia", explicó Hersh, galardonado después con el Pulitzer y autor de dos libros sobre la masacre, My Lai 4 (1970) y Encubrimiento (1972). Al llegar el día de la matanza, el 16 de marzo de 1968, la Compañía Charlie sólo llevaba tres meses en Vietnam. Sin embargo, esta unidad de la Brigada 11 de Infantería de la División Americana había sufrido ya 28 bajas, incluyendo 5 mortales, y estaba reducida a 105 soldados.

Con el espíritu brutal inculcado a los soldados, entrenados para considerar a los vietnamitas como animales, los tres pelotones en que se subdividió la compañía en My Lai aplicaron la doctrina de venganza, violación y racismo que campaba entre las filas estadounidenses en Vietnam, compuestas por 500.000 soldados con la moral por los suelos. El objetivo en My Lai era "buscar y destruir" guerrilleros comunistas del 48º batallón del Vietcong, pero en la aldea sólo había civiles. Tres horas después de llegar las tropas de EEUU, no había nadie vivo.

Consejo de guerra

Hizo falta un año para que My Lai saltara a la prensa y forzara al Pentágono a emprender una investigación. Casi todos los verdugos quedaron impunes, aunque un informe recomendó en marzo de 1970 que se sometiera a 30 oficiales y a 30 soldados a un consejo de guerra. Ningún soldado fue juzgado y de los 14 oficiales, el Ejército aceptó procesar sólo a uno.

El teniente William Calley fue sometido a juicio, pero el presidente Richard Nixon (republicano) se ocupó de suavizar su castigo. A los tres días de ser encarcelado con cadena perpetua, Nixon ordenó que la cumpliera bajo arresto domiciliario. Tres años después, en 1974, se redujo su pena a 10 años, de los que sólo cumplió un tercio.