Los tunecinos demostraron ayer al resto del mundo que los países árabes no son una excepción y que también aquí es posible, mediante campañas de desobediencia civil, deponer a presidentes autocráticos y regímenes policiales que permanecen en el poder recurriendo al terror y a la represión. Tras una jornada frenética en la que las fuerzas del orden volvieron a recurrir a la fuerza para disolver las manifestaciones, exigiendo la marcha del presidente Zine el Abidine Ben Alí, el hasta ahora primer ministro, Mohamed Ganuchi, anunció a través de la televisión, a primera hora de la noche, que asumía la jefatura del Estado, prometiendo la convocatoria de elecciones anticipadas en un plazo de seis meses.

Los acontecimientos de ayer en el pequeño Estado norteafricano provocaron escalofríos e inquietud en los mandatarios políticos de países vecinos como Argelia o Egipto, con sistemas políticos con lacras similares --falta de representatividad, legitimidad, corrupción y clientelismo-- al comprobar cómo su homólogo tunecino debía emprender el camino del exilio con destino desconocido.

EL COMPROMISO "Conforme al artículo 56 de la Constitución asumo provisionalmente el cargo de presidente interino", proclamó solemnemente Ganuchi, flanqueado por el presidente de la Cámara de Diputados, Fusa Mebazaa, y el del Senado, Abdalá Kallal. "Me comprometo a respetar la Constitución y a poner en marcha todas las reformas sociales y políticas que han sido anunciadas en colaboración con los partidos políticos y los integrantes de la sociedad civil", remachó, en referencia a la promesa realizada horas antes por el aún presidente Ben Alí de convocar elecciones anticipadas. "Llamo a todos los hijos e hijas de Túnez a unirse para permitir que nuestro bienamado país supere este periodo de dificultad y regrese a la estabilidad", concluyó. Con estas palabras, Ganuchi ponía fin a casi un cuarto de siglo de la corta historia de Túnez como nación independiente, periodo en el que el país fue gobernado con mano de hierro por un presidente que apenas toleraba las voces disidentes.

Ya desde primera hora de la mañana, quedó claro que las concesiones realizadas la víspera por Ben Alí --no presentarse a otro mandato en el 2014 y ordenar a los antidisturbios que cesaran de reprimir las marchas juveniles con fuego real-- no aplacaban la ira de las protestas.

En el Palacio de Justicia, sobre las nueve y media de la mañana, una congregación silenciosa de magistrados fue poco a poco ganando adeptos, hasta transformarse a media mañana en un nuevo y multitudinario desafío al régimen aún en pie. Más de 8.000 personas, de todos los sexos, edades y estratos sociales acabaron congregándose ante la sede del Ministerio del Interior en la Avenida Habib Burguiba, enarbolando banderas y pancartas y exigiendo la marcha de Ben Alí. "Degage, degage, degage" (Vete, vete, vete), "Ben Alí, asesino" o "No hay más Dios que Dios y los mártires las víctimas mortales de la represión de los últimos días son los preferidos de Dios", repetían los congregados en francés, consignas que alternaban con cánticos patrióticos como el himno nacional.

Nadie creía ya en Ben Alí ni en sus promesas. El temor mostrado por los manifestantes días antes se había desvanecido y los congregados aceptaban incluso hacerse fotos y daban su nombre completo a los periodistas. "Si no se va esto sera un gulag, ya nos han fichado a todos", explicaba Samia. Mariam, de 26 años, alta y espigada como una modelo, se quejaba de la falta de oportunidades que ofrecía un régimen escasamente meritocrático donde los pistoners (aquellos que tienen contactos políticos) son los únicos que gozan de oportunidades. "Si Ben Alí no se va, nos iremos todos a Barcelona", adelantaba, dispuesta a llevar hasta el final el desafío.

GAS LACRIMOGENO La multitudinaria manifestación opositora fue demasiado para las autoridades, que recurrieron de nuevo a la represión para desalojar a los manifestantes, disparando gas lacrimógeno. Ya por la tarde, la Avenida de París, en el centro, vivió escenas similares a las del día anterior, con los manifestantes montando barricadas, huidas en carrera y antidisturbios disparando gases lacrimógenos.