La anunciada remodelación del Gobierno francés dio hoy su primer paso con la dimisión del primer ministro, François Fillon, que la presentó al presidente de la República, Nicolas Sarkozy, quien se la aceptó sin nombrar aún sustituto. Se define así el largo proceso de cambio del Ejecutivo, que el propio Sarkozy adelantó el pasado julio y que ha dado pie a numerosas especulaciones sobre los cambios que el Palacio del Elíseo (sede de la Presidencia francesa) podría llegar a aplicar. El presidente, sin embargo, no tenía intención de anunciar hoy el nombre del que será el nuevo primer ministro, que podría volver a ser Fillon de confirmarse las listas que los últimos días han manejado los medios de comunicación franceses. Al poco de conocerse la dimisión de Fillon, algunos de éstos, como el diario "Le Monde", aseguraban que la "reconducción" del primer ministro al frente del Gobierno se dará a conocer el domingo, mientras el Elíseo guardaba silencio. La dimisión formal de Fillon y de todo su Gobierno sucede tras varias semanas de conjeturas sobre las posibilidades de que el ministro de Ecología, Jean Louis Borloo, encabezara el nuevo ejecutivo. La línea de firmeza mantenida por Borloo durante las reiteradas y masivas manifestaciones y huelgas en contra de la reforma de las pensiones pusieron al ministro en cabeza de esas especulaciones, aunque Fillon ganó posiciones en esas conjeturas en las últimas jornadas. La independencia con que se veía al primer ministro en relación con el inquilino del Elíseo jugaba en su contra, a juicio de los que han visto en el tan advertido plan de Sarkozy un intento por parte de éste de deshacerse de un rival que salía casi indemne de la quema por la fuerte oposición en la calle contra el proyecto de reforma de la jubilación. Considerado por Sarkozy como plan fundamental de su mandato, en julio ya dijo ante millones de franceses en televisión que "a finales de octubre", con la ley de reforma de pensiones aprobada, se pondría manos a la obra en la remodelación del Gobierno. Este anuncio dio pie durante meses a variadas especulaciones sobre los nombres de los que podrían llegar a ser no sólo jefe de Gobierno, sino titulares de las carteras de quienes han ido excluyéndose del futuro ejecutivo. Entre éstos, principalmente el ministro de Exteriores, el socialista Bernard Kouchner, a quien se da por seguro como baja en el Gobierno a pesar de que en octubre mostrara su "lealtad" al presidente pocas horas después de que un semanario revelara su intención de dejar el puesto. Kouchner, según la publicación "Le Nouvel Observateur", al parecer había dirigido una carta a Sarkozy el pasado agosto en la que el ministro criticaba la "humillación" a la que supuestamente había estado sometido por parte del Elíseo. Entre las figuras con cuya salida se cuenta está la ministra de Justicia, Michèle Alliot Marie, anterior responsable de Interior, mientras que unos comentarios de hoy mismo del ex primer ministro, Alain Juppé, daban a entender que formará parte del nuevo ejecutivo. Nada se sabe de momento del destino de otros hombres claves del Gobierno saliente, como el titular de Empleo, Eric Woerth, utilizado hasta el último momento en los planes del Gobierno en la defensa de la reforma de las pensiones, a pesar de la polémica que envuelve desde hace meses su nombre por el escándalo Bettencourt. Este embrollado asunto político-judicial, relacionado con la multimillonaria Liliane Bettencourt, ha dado pie a constantes acusaciones contra Sarkozy y la gobernante Unión por un Movimiento Popular (UMP) por parte de la oposición, que ha criticado con dureza el presunto trato de favor fiscal de Woerth hacia la anciana accionista mayoritaria del grupo multinacional L'Oréal. Entre los ministros hipotéticamente salientes, el de Interior, Brice Hortefeux, cuya imagen quedó estrechamente unida en los últimos meses a los muy criticados desmantelamientos de campamentos de gitanos rumanos y búlgaros, cuyas expulsiones de Francia recibieron además críticas internacionales contra el Gobierno galo. Sin embargo, Hortefeux podría continuar, como probablemente la sólida ministra de Economía, Christine Lagarde, a la que se daba como valor seguro estos días en una nueva edición del Gobierno Fillon. Este nuevo Ejecutivo, o "gobierno de combate", como se le ha llegado a llamar, entrará en funciones por lo tanto al tiempo que Francia asume la presidencia del G-20 y su presidente se dispone a intentar recuperar posiciones en las listas de favoritos de los franceses para una eventual, y aún no oficialmente confirmada, nueva candidatura al Elíseo.