La que hasta ahora era una fecha de celebración de la victoria de Francia sobre Alemania en una de las contiendas más sangrientas de la historia, la primera guerra mundial, se convirtió ayer en un acto de exaltación de la amistad franco-alemana. Bajo el Arco de Triunfo de París, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel culminaron ayer el largo camino hacia la reconciliación entre Francia y Alemania. El presidente francés y la cancillera alemana alumbraron juntos la llama ante la tumba del soldado desconocido 25 años después de que François Mitterrand y Helmut Kohl se dieran la mano ante los caídos en la batalla de Verdún.

La imagen era quizá más protocolaria pero tenía la misma carga simbólica. Por primera vez, un canciller de Alemania participó en la conmemoración del armisticio de 1918, que marcó la derrota del Ejército alemán en la gran guerra. Merkel cerró su discurso con un "Viva Francia, viva Alemania, viva la amistad franco-alemana", dos días después de celebrar en Berlín la caída del Muro junto al presidente francés y otros jefes de Estado y de Gobierno.

SELLAR EL PASADO Flanqueados por dos jóvenes alumnos de un instituto franco-alemán y en presencia de los soldados de la brigada franco-alemana, Sarkozy y Merkel exhibieron de nuevo su sintonía y su voluntad de sellar definitivamente el doloroso pasado que ha enfrentado a sus pueblos. "Ha llegado el momento de reunirnos con Angela Merkel en París para acordarnos juntos de esos sufrimientos, para honrar la memoria de los combatientes y celebrar la paz con la que soñaban en el fondo de sus trincheras", resumió Sarkozy.

Un año después de la muerte del último poilu, como denominan los franceses a sus soldados de la primera gran guerra, Merkel consideró que se daban las circunstancias para aceptar la invitación de Sarkozy y pasar una nueva página de la historia. Bajo un cielo plomizo y una temperatura invernal, ambos escucharon los himnos de sus respectivos países seguidos del europeo, la Oda a la alegría, símbolo de la Europa que los dos mandatarios quieren construir juntos.

Además de conjurarse una vez más en su estrategia común para avanzar en su idea de una Unión Europea potente, los presidentes de Francia y Alemania estudian la creación de un ministerio común. El proyecto aún no tiene una forma muy definida, pero está previsto que eche a andar el próximo año. Merkel y Sarkozy buscan también una fecha para festejar la amistad franco-alemana. La tarea de encajar los calendarios se ha revelado difícil, puesto que la relación de festividades de ambos países se encuentra ya muy saturada.

A falta de celebración común, ayer los dos mandatarios convirtieron el 11 de noviembre en una fiesta franco-alemana. "En la primera mitad del siglo XX los franceses sufrieron a causa de los alemanes. No podemos volver atrás. Hay una fuerza que puede ayudarnos a superar lo que pasó, la fuerza de la reconciliación", proclamó Merkel.

AMISTAD "SAGRADA" La cancillera y Sarkozy saludaron el carácter "histórico" del acto, que marcó la superación de medio siglo de desconfianza entre Francia y Alemania. El Elíseo se volcó en la celebración de los 20 años de la caída del Muro con un gran acto, la noche del día 9, en París. Quiso superar así la reacción de inquietud que produjo en Francia --entonces presidida por Mitterrand-- el acontecimiento que marcó el proceso de unificación de Alemania.

"Compartimos los mismos valores. La amistad franco-alemana es sagrada, un tesoro que debemos preservar", subrayó Sarkozy, cuya relación con Merkel empezó también marcada por el recelo. La crisis económica provocó un acercamiento entre el presidente francés y Merkel y demostró la utilidad de un eje franco-alemán bien engrasado.