La resistencia parece dispuesta a sabotear la creación de las nuevas fuerzas de seguridad iraquís. Un nuevo atentado suicida con coche bomba frente a un centro de reclutamiento del Ejército en Bagdad costó ayer la vida al menos a 47 personas y produjo decenas de heridos, sólo un día después de que un ataque similar contra una comisaría de policía causara 55 muertos. Así pues, se elevan a más de un centenar los fallecidos por los ataques de los insurgentes en sólo 24 horas.

Como sucedió el martes en el atentado perpetrado en Iskandariya, la mayoría de las víctimas de ayer eran hombres que aspiraban a ingresar en las fuerzas de seguridad. La única diferencia es que unos iban a entrar en la policía y los otros en el Ejército.

El ataque de ayer ocurrió a las 7.25 ante un cuartel en la plaza de Damasco de Bagdad. "El kamikaze era un hombre y llevaba entre 400 y 500 kilos de explosivos en un coche Odsmobile, color blanco", dijo el mayor John Frisbie, de la Primera División del Ejército de EEUU.

El suicida condujo el vehículo a toda velocidad e hizo estallar la carga explosiva en plena calle, junto a la acera, donde cientos de nuevos reclutas del Ejército o aspirantes a serlo hacían cola para someterse a los controles antes de entrar en el edificio.

Frisbie insinuó que los iraquís cometieron una imprudencia haciendo cola. "Está claro que el edificio está bien protegido, pero nosotros no lo podemos hacer todo. Cada cual es responsable de su propia seguridad y hay que evitar situaciones de riesgo".

Lo que parece claro es que los autores conocían la fecha y la hora de las convocatorias para el reclutamiento de policías, en Iskandariya, y de soldados, ayer. La estrategia está dirigida a atemorizarlos para que no entren en unos cuerpos que los insurgentes llaman colaboracionistas con las fuerzas de ocupación.