No sabían que su jefe estaba entre los nominados. El equipo de Barack Obama no estaba siquiera pendiente de un posible anuncio matutino en Oslo, que llegaba de madrugada a los ordenadores y televisiones de la situation room de la Casa Blanca, donde siempre hay personal de guardia siguiendo las noticias que suceden en todos los rincones del mundo. Quizá por eso, en el primer correo electrónico que envió el secretario de prensa, Robert Gibbs, la sorpresa tomó forma de onomatopeya: "¡Uauu!".

Fue Gibbs quien telefoneó al presidente Obama y le dio la noticia, minutos antes de las seis de la mañana. "No gritó", bromeó después Gibbs en su encuentro diario con los medios de comunicación. "O al menos no lo oí", añadió el secretario.

En los móviles de los miembros del equipo presidencial, la noticia corrió como la pólvora. Y algunos, como Rahm Emmanuel, se sacaron la espina que les clavó el Comité Olímpico Internacional hace una semana al descartar la candidatura de Chicago a las primeras de cambio para los Juegos Olímpicos del 2016. "Oslo le gana a Copenhague", bromeó a su esposa cuando iba como, cada día, a la piscina antes de iniciar la jornada en el 1600 de la avenida de Pensilvania.

En esa casa, como contó el propio Obama, el Nobel no fue el único motivo de celebración. Malia, la mayor de sus hijas, le recordó que era también el cumpleaños de Bo, el perro presidencial.