Lejos de calmarse, la oleada de violencia callejera en los suburbios de Francia se radicalizó todavía más ayer extendiéndose a todo el territorio francés, incluido el centro de la capital, París. Mientras, el presidente de la República, Jacques Chirac, rompió por fin su silencio para señalar que la "prioridad" sigue siendo el "restablecimiento de la seguridad y el orden público". Las destrucciones en provincias fueron incluso más graves que las ocurridas hasta ahora en la periferia parisina y de la quema de coches se pasó al saqueo de centros comerciales, tiendas, escuelas y otras infraestructuras públicas.

El presidente francés, criticado por la oposición de izquierda y por un sector de su propia mayoría debido a su excesiva discreción desde el comienzo de la crisis, reunió por fin en el Elíseo un miniconsejo de seguridad. Tras la reunión, hizo una declaración a la prensa para afirmar que "hoy por hoy la prioridad absoluta es el restablecimiento de la seguridad y el orden público". "La última palabra debe tenerla la ley", dijo, y añadió: "La República está totalmente determinada, por naturaleza, a ser más fuerte que los que quieren sembrar la violencia o el miedo".

Para calmar un poco los ánimos, dijo "comprender también que la evolución de las cosas supone respetar a cada uno, la justicia y la igualdad de posibilidades", y aseguró que la sociedad francesa está determinada "a seguir por esta vía".

RESPONSABILIDAD Por su parte, el primer ministro, Dominique de Villepin, hizo un llamamiento en favor de "la responsabilidad de todos". "La violencia no es la solución", insistió, y destacó el hecho de que "vecinos y padres en los barrios intentan hacer comprender a los chicos los riesgos que corren". "Queremos evitar el drama", espetó.

También anunció una intervención hoy antes las cámaras de televisión para explicar a los franceses "los medios que el Gobierno espera utilizar y las medidas a adoptar para avanzar en la construcción de la República que queremos, abierta, fraternal, una República de la igualdad de posibilidades", reiteró.

Villepin recordó que se había entrevistado con los alcaldes, tanto de derechas como de izquierdas, de las zonas conflictivas, así como con representantes de asociaciones, educadores y policías y que, al igual que ellos, está convencido "que la solución pasa a la vez por la firmeza, el respeto y la acción".

Los disturbios, lejos de calmarse, no hacen más que progresar y se extienden ya a toda Francia. La noche del sábado se quemaron 1.295 vehículos en todo el territorio francés y 349 personas fueron detenidas, según la policía. La mayor parte de los coches se quemaron en la región parisina, pero el contagio a los suburbios de otras ciudades progresa de manera espectacular, con 554 coches quemados el sábado contra 241 la víspera. Los disturbios llegaron esta vez, además, al centro de París, donde se quemaron 32 vehículos y la policía detuvo a 30 personas.

También se ha notado un agravamiento de los ataques. En Essonne fueron incendiados varios inmuebles, entre ellos dos clases de una escuela primaria en Grigny y un McDonald´s. "Quemar una escuela es inaceptable, pero el que encendió el fuego fue Sarkozy", decía el padre de un alumno.

En Evry se descubrió un taller de fabricación de cócteles molotov en los locales abandonados de la policía municipal. En Clichy-sous-Bois, donde comenzó la revuelta, los jóvenes quemaron el gimnasio.

APOYO POPULAR AL MINISTRO En el plano político, la crisis provoca verdadera polémica y enfrentamientos verbales entre los tenores de la izquierda y los más próximos colaboradores del titular de Interior, Nicolas Sarkozy. Al líder socialista, Fran§ois Hollande, que calificó de "intolerables" las palabras del ministro de Interior preconizando de nuevo "mano dura", le replicó Brice Hortefeux, brazo derecho del político cuestionado, diciendo que "Sarkozy tiene el apoyo de la opinión pública". Según un sondeo del diario Le Parisien , el 57% de los franceses confían en él.