Veinte kilos de explosivos bastaron ayer para acabar con la vida de 15 personas en Trípoli, la segunda ciudad más importante del Líbano (norte). Entre las víctimas se encuentra un niño limpiabotas de ocho años y nueve militares, además de 45 heridos. El atentado ocurrió por la mañana, cuando un autobús pasaba por un puesto de control del Ejercito libanés, en el centro comercial de la ciudad. La bomba, según el Ejército, estaba en una bolsa, en la parada de autobús donde suelen subir los soldados. "Parece que fue activada mediante control remoto", dijo el jefe de las fuerzas de seguridad internas, el general Achraf Rífi.

EXTREMISTAS ISLAMICOS El de ayer es el atentado más sangriento desde el 2005, cuando una bomba causó la muerte del exprimer ministro Rafic Hariri y de 22 personas más. Aunque ningún grupo se atribuyó el atentado, todos los indicios apuntan hacia los radicales islamistas. El ataque ocurrió en la misma ciudad en la que el Ejército --liderado entonces por el actual presidente, Michel Suleimán-- lanzó el verano pasado una ofensiva para controlar la insurgencia de Fatá al Islam, de carácter islamista y vinculado a Al Qaeda, cuyas bases estaban establecidas en el campamento palestino de Nahr al Bared. Tras una dura pugna, el Ejército libanés salió vencedor de aquellos enfrentamientos, en los que perdieron la vida 170 soldados libaneses.

Precisamente ayer tuvo lugar el primer encuentro entre un presidente libanés y otro sirio desde hace tres años, tras el asesinato de Hariri y la retirada de las tropas sirias del Líbano.