No es fácil vivir en una ciudad en la que el vecino más famoso es el terrorista Abú Musab al Zarqaui. Este es el caso de Zarqa, la ciudad de 500.000 habitantes situada a 30 kilómetros de Ammán y cuna del responsable de las sangrías casi diarias de Irak y, desde el miércoles, de la muerte de 57 personas en un triple atentado en Ammán.

No es fácil porque, como dicen todos los conocedores de la figura de Zarqaui --de camorrista a terrorista, pasando por fervoroso salafista--, es muy difícil entenderlo sin conocer Zarqa, una ciudad deprimida y deprimente, que bate el récord de pobreza y criminalidad en Jordania y que es conocida por dos apodos que hablan por sí mismos: "el Chicago de Jordania" y "la Ciudad del Polvo".

Su primo le condena

Tampoco lo es porque la presencia de la Muhabarat (servicios secretos) es asfixiante, porque el miedo a decir lo que se piensa casi puede tocarse, porque, en definitiva, sólo se habla de Zarqa cuando su vecino más famoso comete algún atentado. Esta vez la matanza fue en casa.

"Es una vergüenza para nuestra familia y el clan Beni Hasan. Matar a civiles en países árabes o extranjeros es inadmisible", dice Amjad al Jalailé, primo de Zarqaui. Amjad viste uniforme del Ejército jordano y habla frente a un edificio de la calle Hamzá bin Abdulmutalé de Zarqa que no es como los demás: es donde nació Zarqaui y donde creció como Ahmed Nazal al Jalailé, su auténtico nombre. En esas calles polvorientas, Amjad jugó a fútbol con su primo.

"Al principio nos sentíamos orgullosos de él porque era un muyahidín que luchaba contra los que agreden a los musulmanes, pero eso fue antes de que empezara a matar civiles. Ahora nos avergüenza", afirma Amjad. "Si el Gobierno lo arresta, que nos lo entregue. Nosotros nos encargaremos de él", zanja el irritado miembro del clan Beni Hasan, uno de los más importantes de Zarqa.

"Yo conozco a Ahmed mejor que él mismo y sé que no es capaz de matar ni a un gato", dice un hombre de unos 40 años que afirma haber ido a la escuela con Zarqaui y que no quiere dar su nombre. Desde que el terrorista jordano saltó al primer plano informativo, en Zarqa muchos sostienen que su vecino es un invento de EEUU para justificar su presencia en Irak.

"No sabemos si él es en realidad el que cometió el atentado. Se dicen tantas cosas de él que no todas pueden ser ciertas", comenta Abú Mohamed, de 55 años, camino de la mezquita de Al Fanar, donde Zarqaui se encontró con la religión tras una adolescencia coqueteando con la delincuencia. Una cosa sí tiene clara Abú Mohmmed: "No tiene ningún sentido matar a una gente inocente que estaba celebrando una boda".

La prédica del imán

En el centro de la ciudad, centenares de fieles acuden a la plegaria del mediodía. El imán no puede evitar referirse a los atentados, e igual que todos los líderes religiosos y políticos jordanos, cierra filas tras el rey Abdalá y pide unidad a los fieles "para luchar contra cualquiera que quiera infligir daño al país". Su prédica resuena: "Aquellos que matan nunca irán al paraíso. Buscadlos en el infierno". No cita a Zarqaui, pero no hace falta.

"Oí en Al Jazira que Zarqaui asumió la autoría del atentado pero, ¿quién sabe de verdad que él lo cometió?", comenta Tamer Abú Abed, de 63 años. Lo que sí sabe este mecánico, fiel seguidor del rey, es que "Jordania no está ocupada como Irak. La política del rey con EEUU e Israel no da derecho a matar inocentes. No hay excusas".

En el barrio de Hai Kasarat, la Muhabarat vigila más que nunca la casa del terrorista, donde ahora vive su hermano, el único familiar directo que sigue en Zarqa, la ciudad que ha pasado de no creer en Zarqaui a condenarlo, aunque sea de forma indirecta. "Creo que él nunca haría nada así en Jordania. Pero los jordanos estamos en contra del terrorismo, y si ha sido él, estamos en contra de él", afirma el taxista Jamal Salé. Más expeditivo, un joven universitario resume su opinión en una corta frase: "Es un estúpido".