Marta Domínguez tropezó ayer con el antepenúltimo obstáculo antes de la ría, a falta de 200 metros para la meta, y ahí se acabó su sueño olímpico. Iba lanzada a por la medalla de bronce, intentando por todos los medios dar alcance a Eunice Jepkorir, la keniana que este pasado invierno entrenaba dando vueltas alrededor de su casa para no poner en peligro su vida tras los disturbios provocados por el pucherazo en las elecciones del país africano. "Creo que hubiera sido muy difícil alcanzarla, porque Eunice tiene un gran final, pero yo llevaba dentro toda la rabia que hace falta para luchar por una medalla", aseguraba la palentina, aguantándose las lágrimas y pensando, seguramente, en todo el trabajo que le ha costado adaptarse a una prueba tan complicada, todo un reto que ella misma se había marcado a principio de la presente temporada.

La española no sabe cómo cayó. En la repetición se ve que tropezó con la piernas de atrás, que se golpeó en el suelo, que se levantó, que perdía el equilibrio, pero la atleta insistía anoche en que no recordaba nada. "Solo sé que he besado el suelo y que no sabía dónde estaba". Debió de ser así, porque incluso perdió su querida cinta rosa, idéntica a la que le regaló su abuela, con la que siempre corre y luego se quita al entrar en meta.

DRAMA Asistida por un voluntario para poder levantarse, se dirigió después, caminando en diagonal por el césped del estadio, descalza, con su cabello rubio revuelto por la falta de su querida sujeción, hacia la primera curva en la que estaban sus familiares, vestidos con una camiseta rosa. "Doy las gracias a toda la gente que me ha ayudado. No me arrepiento de lo que he hecho, el 3.000 obstáculos es una prueba muy bonita, un nuevo reto para mí y voy a seguir trabajando para dominarla", recalcó.

Los Juegos Olímpicos se le resisten a la que es considerada como la mejor atleta española de siempre. En Atlanta-96 era muy joven y no pasó de la primera ronda en 1.500. En Sídney-2000 cayó enferma y fracasó en 5.000. En Atenas ni siquiera pudo participar, por lesión. "No tengo una maldición olímpica, creo en los finales felices", afirmó la doble subcampeona mundial de 5.000, intentando otra vez no derramar ni una sola lágrima. Difícilmente lo consiguió.

EL 1.500 Cara para Juan Carlos Higuero y cruz para Arturo Casado en las semifinales de 1.500. El arandino corrió la primera serie y se clasificó con solvencia, aunque en la última curva se vio encerrado por el surafricano Juan van Deventer. "Estuve a punto de llamar a Gasol para que me lo quitara de delante", comentó el ligero corredor español, de muy buen humor tras su clasificación. "La final está muy abierta, Ramzi es el más fuerte, pero puede ganar cualquiera", comentó el bronce del Mundial indoor de Valencia.

Casado le tocó la serie más fuerte y se desfondó en los 200 metros finales, quedándose fuera de la final. "Cometí un error táctico al situarme primero, pero a veces no puedes cambiar sobre la marcha. Quería controlar al grupo y cambié demasiadas veces. Luego no pude responder, aunque lo intenté. El favorito para ganar la final es Ramzi, le he visto muy fuerte".