XUxna vez desenredada la madeja de los comicios electorales y después de la vorágine de acontecimientos en los que todo el conjunto de la sociedad nos hemos visto implicados, las campanas tocan a reflexión. Desde las polaridades de los grupos políticos, ideológicos, sociales, económicos o culturales, hemos podido recoger diferentes manifestaciones. Se buscan razones o sinrazones y se argumentan las causas de lo que pudiera considerarse el fracaso o la victoria. Algunos aluden a lo circunstancial mientras que hay quienes se reiteran en la idea de una ciudadanía consecuente. Podemos así percibir el malestar y la decepción de unos, frente a la esperanza y apertura de expectativas para otros, pero todo confluye en que nadie, nadie permanece en la pasividad. Hay quien alude a la manipulación emocional, gestionada por el horror y el dolor de los sucesos del fatídico día 11, como la instigadora del dictamen de la ciudadanía. Pero debemos recordarles a aquéllos que esgrimen este argumento, cuestionando así los resultados electorales e infravalorando la inteligencia del elector, que el hombre es materia y es espíritu, es razón y es emoción y no sólo ha de motivarle por ello, en su toma de decisiones, la promesa de obtener beneficios o la amenaza de perderlos, sino que también puede hacerlo la percepción de un dolor que no puede dejar de integrar en su mente racional. Es necesario, pues, comenzar a asumir que pese al bombardeo de los creadores de opinión mediáticos, es éste un país capaz de discernir entre verdad y mentira, consciente de su realidad y de lo que quiere para el futuro, lección que podría tomarse como un buen aviso para navegantes, sea cual fuere su barco y su puerto de destino. El pueblo ha hablado y puede volver a hacerlo cada vez que los grupos de poder bajo la falacia de una democracia participativa coarten desde cualquier ámbito las libertades desoyendo la voz de la comunidad. Así pues, no ha ganado o perdido la Ser, el PSOE, el PP, IU, los republicanos o la Cope, sino que ha ganado la democracia, la libertad, consciente de elegir opción de gobierno.

Esperemos entonces que los políticos hayan recogido la didáctica de estos acontecimientos y si es así, todos habremos salido ganando. Lección, pues, para los que se van que no deben olvidar que lo importante no son sólo los logros, sino también el costo y las consecuencias del proceso seguido. Para los que ahora les toca el ejercicio de gobierno, esperemos que esta vez hagan bien los deberes, ya que constancia queda de que, de lo contrario, aquí estará la comunidad para reclamarles.

En lo que se refiere a los gobernados, nadie ha de sentir recelo. Los situados en la bonanza económica, inquietos por su economía, no deben temer pensando que los socialistas pudieran aligerarles el bolsillo, ya que las actuales políticas de mercado escaso margen de maniobra van a dejar para que se efectúen cambios radicales. De igual modo, a quienes sitúan a los ganadores bajo sospecha de la debilidad de su honradez, habremos de decirles que se supone que regresan con la lección aprendida por lo que anteriormente les ha tocado vivir. Esperemos entonces haber saneado nuestra democracia con el cambio. El ejercicio de poder dilatado por las mayorías absolutas sostenida en el tiempo, a menudo conduce a la imposición de la razón única, nueva forma de establecer dogmas, y va en contra del pleno derecho del ejercicio de la libertad, premisa ontológica de toda democracia.

Así pues, y en aras de esa libertad y por la dignidad de quienes no van a poder disfrutar de ella, aquéllos que se nos han ido a causa de los desatinos de unas políticas que invierten los valores, priorizando lo económico sobre el más elemental de los derechos del ser humano, el derecho a la vida, esperamos TODO de quienes ahora nos gobiernan.

*Antropóloga social