EDUCACIÓN

Ya no tenemos modales

Ana Encomienda

Gracias, hola, adiós o buenas tardes son palabras que, por desgracia, cada vez cuestan más de oír. Se ha perdido la importancia de los buenos modales. Lo valoramos mucho pero no lo aplicamos. Es un acto internacional, un gesto amable, fácil de realizar y con el que puedes, como mínimo, alegrarle el día o el momento a otra persona. Los jóvenes somos los maleducados, los que contestamos, los que no cedemos el asiento a un anciano en el tren, los que gritamos, los que no ayudamos a los demás…

Por mucho que la mala educación abunde entre la juventud, personas de todas las edades son portadoras de estas malas maneras. Si entras en un establecimiento y das los buenos días, te miran extrañados, como si no entendieran el significado de lo que has dicho y más aún si la persona que saluda es una persona joven. Tenemos prisa para todo y parece que se nos olvidan temas básicos como ayudar, escuchar, sonreír y ser felices. Sería bueno recordarlo para contagiárselo al resto de la sociedad y retroalimentarnos de todo lo positivo que ello conlleva. ¿Sería posible hacer que la buena educación vuelva a estar de moda?

REMONTADA

Jugadores y afición

Manuel Dobaño

Lo que viví la noche del miércoles 8 de marzo en el Camp Nou fue un hecho histórico, milagroso, maravilloso, fantástico, grandioso, sensacional, asombroso, alucinante, increíble, apasionante, fabuloso… No consigo encontrar más adjetivos para calificarlo y seguro que todavía quedan muchos.

A la salida del estadio, para compartir emociones, llamé por teléfono a mi mujer para descargar adrenalina y después telefoneé a Galicia, concretamente, a mi amigo Dalmiro Castro. Mientras estaba hablando con él, se me acercó un cámara de una televisión sudamericana y, como si se tratara de la CIA, iba espiando todo lo que le iba contando a mi amigo. Recordábamos los tiempos en los que en nuestra villa natal (Xinzo de Limia, en la provincia de Ourense) fundamos, a finales de la década de los años 50 del siglo pasado, la Peña Barcelonista Antela, para gran disgusto de mi padre, que era muy perico.

A los de la televisión les comenté que había sido un triunfo colectivo de jugadores y afición, y que los jugadores del París Saint-Germain se obsesionaron con enjaular a Messi pero se olvidaron de Neymar.

Antes de abandonar el recinto azulgrana, saludé a un mosso d’esquadra un tanto serio y armado, a quien le comenté que sonriera un poco porque la inmensa mayoría de espectadores estaban exultantes de felicidad. ¡Y sonrió!

A mi entrañable amigo Dalmiro siempre le llamo por teléfono cuando se produce un acontecimiento extraordinario relacionado con el Barça. Es, por este motivo, por el que mantengo una relación frecuente con él desde hace más de una docena de años.