C No hay duda de que internet y las redes sociales impulsadas por los gigantes de la tecnología han sido los motores de la globalización y han contribuido a la construcción de un mundo más abierto e interconectado. Pero las incontestables ventajas de ese escenario sin fronteras dominado por la inmediatez en los flujos de información y comunicación llevan tiempo exhibiendo una cara cada vez más preocupante. El reciente escándalo de la filtración masiva de datos de 87 millones de usuarios de Facebook a través de la consultora Cambridge Analytica supone una clamorosa evidencia de la fragilidad y vulnerabilidad de la red en la custodia de información personal utilizada sin consentimiento de los afectados para fines opacos. O no tan oscuros, porque muchas son ya las pruebas de que información robada pudo ayudar a Trump a llegar a la Casa Blanca.

Y es que todos los usuarios de Facebook han contestado alguna vez un test. Por distracción, por curiosidad. Han respondido a preguntas como: «qué se esconde tras tu ojos» o «cuáles son las personas más importantes para ti». Se llama ingeniería social y es la forma de convencer a otro para obtener información confidencial sin que se dé cuenta. Hay auténticos maestros de la materia, y las redes sociales son ahora uno de los grandes escenarios, ayudados por la capacidad de proceso de datos masivos (big data) y la inteligencia artificial (machine learning). Pero además existe el scrapeo (web scraping), técnicas informáticas para extraer datos de una web y que, como casi todo en esta vida, se puede usar para muchas cosas. Ya para entrar en Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Youtube o Google+ lo primero que se pide al postulante es nombre y apellidos, e-mail y una contraseña para crear la cuenta. En Facebook, además, si eres hombre o mujer, la fecha de nacimiento y el teléfono.

Lógicamente la primera respuesta de la comunidad internauta, con los gigantes empresariales a la cabeza, ha sido pedir responsabilidades y también mayores refuerzos de los controles para garantizar el derecho fundamental de la privacidad del ciudadano. Pero el caso Facebook debe servir asimismo para poner fin a la inocencia con la que a menudo el usuario accede al ciberespacio. Allí nada es invisible ni gratuito. Todos los pasos, por inocuos que parezcan, dejan huella y pueden servir de producto comercial en el gran mercado de la big data publicitaria o política. Por ello que hay que ser prudentes navegando. Nos vigilan.