Se denuncian corrupciones, pero poco se dice de las terapias que las aborten y del control que evite fechorías de todo pelaje. Y si se toman medidas, apenas son visualizadas. Se reprueba a los infractores y se escenifican imágenes de infarto exhibiéndolas, de forma humillante, como presas de caza mayor. Pero no es suficiente; hay que ir a la raíz de los hechos apostando por los valores humanos, ante la desaforada cotización del poder y el dinero. Por eso urgen valladares contra fraudes y ambiciones, y medios contra las tramas corruptas, nacidas como hongos en toda nuestra España.

El dinero es, desde siempre, el becerro de oro. "Poderoso caballero es don dinero", dijo el insigne estevado. Y Gandhi señaló: "La honestidad es incompatible con amasar una fortuna". Aunque hablamos de las primeras cien pesetas ganadas, pero nunca del último millón (Noel Clarasol ). Hoy roban y estafan quienes, amurallados en altos despachos, urden timos, tretas y trampas en aras de oscuros intereses, pisando normas y principios. Se puede, y se debe, ganar dinero; pero, ¡ojo!, que es como el agua salada que, si mucho se bebe, más sed da.

Y es más pobre el que, enriqueciéndose, es insensible a la miseria, pues el estiércol es bueno, sólo si se esparce; es decir, sin crear grandes distancias entre ricos y parias; éstos, simples extranjeros en su patria. La ética es brújula para la educación cívica, que suaviza el daño moral que afecta a los jóvenes. Por ello se imponen transversales valores en sus estudios, con proyectos de honestidad para la vida adulta, ya que, según Ortega , hay que tener la moral en alto, que ahorme a la sociedad. Por ello, démosles pautas para la crisis, para ser libres, para el esfuerzo, el amor y la amistad, la paz, la justicia y la verdad... Y cortar de cuajo el "todo vale". Las familias y colegios son palancas para la concienciación social, que, desde ya, deberá sufrir un golpe de timón. Para potenciar más el ser que el tener (Cristina Onasis : "Soy pobre porque sólo tengo dinero"), para alentar éticas saludables, para que los hijos quieran lo que hagan y no hagan lo que quieran, para erradicar hipocresías y crear antídotos contra la falsedad. Y propiciar viveros de energía para una vida decente, donde la voluntad vaya hacia el bien, la sensibilidad hacia la belleza y la inteligencia a la verdad. Y ejemplos para la juventud de esta democracia, aunque haya escépticos de su regeneración, como Goytisolo , el último premio Cervantes.