Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

El debate presupuestario se ha iniciado en el Congreso de los Diputados con la exposición de las grandes líneas de los mismos por el ministro Montoro y por segunda vez la respuesta socialista la ha dado José Luis Rodríguez Zapatero.

No es un debate fácil el presupuestario si se hace desde la ortodoxia y el rigor, y habrá que reconocer que en ambos casos estuvo acertado Zapatero. Fijar, por parte de los socialistas, como eje central de su política económica el incremento de la productividad, puede resultar extraño cuando lo habitual en la izquierda es poner énfasis en las políticas de empleo. No hay contradicción alguna entre una y otra cosa. Pero sí debe haber una clara priorización, porque la generación de empleo es fruto del crecimiento empresarial y éste está íntimamente ligado a la productividad, el talón de Aquiles de nuestra economía, la más baja entre los países desarrollados de la Unión Europea. Muy por debajo de la de Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, entre otros, y por citar tan sólo nuestros comparativos más cercanos. El empleo sigue siendo el elemento central de las preocupaciones del mundo socialista, y con seguridad que será el eje principal del programa con el que el PSOE se presente a las elecciones del 2004.

Pero las políticas de empleo no son sencillas de explicitar en el marco de la economía moderna. Las demandas empresariales de flexibilidad en el empleo como base para mantener la competitividad. Demandas que tienen una base real en los reajustes de plantilla derivadas de la modernización de los procesos productivos, pero que en otras muchas ocasiones obedecen a la mera externalización de los costes empresariales y en definitiva a maximizar el beneficio.

En una economía de mercado como la nuestra, sistema ya prácticamente global, el núcleo básico generador de empleo se rige exclusivamente por el principio de maximizar el beneficio, y de esto, una vez que se acepta el sistema, no debe escandalizarse nadie.

Es el marco legal el que tiene que fijar los límites, modos y reparto de ese beneficio, que no lo olvidemos es la única razón para que la empresa exista y se desarrolle. De este hecho abusa terriblemente la derecha, propiciando políticas en las que el beneficio empresarial aumenta y se incrementa gracias a la precariedad laboral. Y los presupuestos presentados son una buena prueba de ello.

La oposición socialista tiene una buena ocasión para poder fijar en el debate presupuestario las correcciones oportunas, que permitan mantener los beneficios empresariales en base a supuestos muy diferentes de las de precarizar el empleo e incrementar las desigualdades. Medidas fiscales que permitan una reversión de parte del beneficio empresarial, mediante las políticas fiscales adecuadas en el sostenimiento del Estado del bienestar. Imprescindible para cumplir este objetivo es poner coto al progresivo crecimiento de la economía sumergida, que tan sólo genera dinero negro y trabajo precario, alimentado por muchos miles de emigrantes.

Y en todo caso el flanco más débil del sistema productivo español está en nuestro bajo nivel de innovación tecnológica propia; y aunque afortunadamente ya no decimos aquella monstruosidad de que "inventen ellos", la verdad es que inventamos poco. Invertir en capital humano, favorecer la investigación en el mundo empresarial, potenciar las políticas que correlacionan investigaciones y desarrollo, es un capítulo que tenía que haber sido dotado con mucha mayor generosidad, máxime cuando se alardea de superávit presupuestario.

Urge un golpe de timón para enderezar muchas cosas; quien puede darlo hablará en marzo y dirá la última palabra.