El pasado día 17 se cumplieron quince años de la desaparición de Enrique Urquijo, quien había dirigido hasta entonces la formación musical Los Secretos, grupo nacido en los años 80. En aquel momento cogió el relevo su hermano, Alvaro Urquijo, quien admite que la banda pasó por "momentos muy difíciles" por entonces, pero, por suerte para su supervivencia, "siempre hemos contado con el público de nuestro lado, apoyándonos, dándonos trabajo", se alegra. Ese sostén, en opinión de Urquijo, existe "generación tras generación", lo que demuestra, para él, que Los Secretos es "imbatible frente a las modas".

Antes de que la crisis económica afectara al mundo de la música, y se sumara a ella "la del paso a la informática, a la compra y descarga legal de música", añade el artista, "las radiofórmulas musicales estereotipaban a los grupos, nos limitaban sobre qué componer y qué tocar en nuestros directos, porque había que tocar lo que se oía en ellas", asegura el líder de Los Secretos.

Otra restricción que ha ido desapareciendo en estos últimos años, también de la mano de la crisis --que "se las ha llevado por delante"-- es el de "las discográficas que sólo venden plástico y cartón pegado al intangible de la música", explica Urquijo, quien asegura que "difícilmente se sobrevive a todo esto sin mejorar como músicos", y además haciendo frente a las descargas ilegales, que tildó de "grifo abierto durante quince años" debido a la falta de regulación.

La banda de Urquijo está inmersa en un tour previo a lanzar "en marzo" su nuevo disco, y el viernes tocaron en el Teatro Alkázar. Un concierto que, en lugar de ser como los acústicos que han realizado en otros lugares, contó con 40 alumnos del Conservatorio Profesional de Música García Matos, dependiente de la Diputación de Cáceres.

"Calculo que habrá sido el décimo concierto sinfónico", estimaba ayer el líder de Los Secretos, ya que "aunque empezamos en 2007 con esta fórmula, se tarda mucho en lograr un repertorio completo que compartir", aclaró, antes de asegurar que "un concierto sinfónico tiene un plus de autenticidad, de emotividad", algo que se nota en la propia "vibración del escenario, es muy impactante, un gozo para el público y para el propio músico", asegura Urquijo.

De hecho, confiesa que, alguna vez, la potencia sonora de las orquestas sinfónicas le ha confundido como para pedir al técnico que bajara el sonido, lo que le valió recibir como respuesta un "si no lo tengo conectado" del técnico, dice entre risas.