El nombramiento de José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián ya ha provocado las primeras reacciones en el clero guipuzcoano, que en su gran mayoría ha exteriorizado su desagrado y preocupación por la llegada del prelado conservador. Los dos vicarios generales de la diócesis de Guipúzcoa --el segundo nivel de mando, solo por debajo del prelado-- dejarán hoy sus puestos. Han anunciado en su entorno que se dedicarán a completar su formación, aunque es evidente que se trataba del equipo más cercano al anterior obispo, Juan María Uriarte, y que mantiene una línea pastoral opuesta a la de su sucesor.

Aunque es habitual que un obispo recién llegado a una diócesis nombre a su propio equipo, en este caso subyace una profunda brecha. El hecho de que Munilla no tuviera ni una palabra de agradecimiento a la labor de Uriarte fue una de las principales críticas que transmitieron a este diario los párrocos guipuzcoanos consultados, junto a la excesiva pompa y boato de la ceremonia de nombramiento.

Además de los vicarios generales, abandonan también sus cargos el administrador de la diócesis, el director de Cáritas Diocesanas y otros cargos de la secretaría general, junto a la responsable de comunicación.