TDtentro de pocos meses dejaremos de pasar por las viejas curvas del Tajo. Dejaremos de ver la torre del castillo de Floripes, ante cuyas almenas emergentes nueve de cada diez usuarios de la N-630 dicen: "Fíjate qué bajo está el pantano". Llevo cerca de 40 años circulando frente al castillo y hasta ahora no me he enterado de que bajo esa torre estaba el rosal mágico de donde se extraía el bálsamo de Fierabrás que Don Quijote busca con ahínco y cree preparar en el episodio de la venta. El susodicho bálsamo habría servido para ungir a Jesús antes de enterrarlo y en un poema épico francés formaba parte del botín que consiguen en Roma el rey moro Balán y su hijo, el gigante Fierabrás (el de feroces brazos). Se trataría de un ungüento maravilloso que sana lo que toca.

Según la leyenda, cuando hacia el año 800 Carlomagno invade Hispania para frenar el avance sarraceno, Guido de Borgoña, uno de sus caballeros, conquista el castillo de Alconétar al feroz Fierabrás, entrega la fortaleza a Carlomagno y se reserva para él a la bella Floripes, hermana de Fierabrás. Prepara después un banquete para Carlomagno, pero no hay vituallas. Un moro cautivo le revela que bajo la torre de Floripes hay un tesoro con un mantel mágico, que procura toda clase de alimentos si se dicen unos conjuros, y un rosal que florece todo el año, cuyas espinas no hieren y del que se extrae el milagroso bálsamo de Fierabrás. Fíjense, toda una vida a un paso del castillo y ahora que vamos a dejar de verlo va a resultar que esconde el secreto de la eterna juventud.