El hedor de las pútridas aguas que todavía anegan la mitad de Nueva Orleans rozó ayer la cara del presidente, George Bush, por primera vez en dos semanas, casi con la misma fuerza que las críticas a su deficiente respuesta ante la catástrofe. A bordo de un camión militar, el mandatario recorrió las inundadas calles, tratando de acallar a quienes le acusan de haber mermado la capacidad de ayuda, al enviar a la Guardia Nacional a la guerra de Irak, y de reaccionar con lentitud porque los damnificados eran negros y pobres.

"Es ridículo sostener que nuestra participación en Irak provocara que no hubiera suficientes tropas para acudir a paliar los estragos del Katrina", recalcó Bush, en su tercera gira a la zona y primera a Nueva Orleans. "Tenemos tropas más que suficientes para hacer las dos cosas", aseguró, mientras recorría la ciudad flanqueado por dos de sus principales críticos, el alcalde, Ray Nagin, y la gobernadora demócrata de Luisiana, Kathleen Blanco.

ACUSACIONES DE RACISMO Bush también negó que la lenta respuesta inicial del Gobierno estuviera motivada por la raza de los damnificados, como opinan dos tercios de los negros, según un sondeo del instituto Pew Research Center. "Cuando esos helicópteros del servicio de Guardacostas recogían a la gente de los tejados, no comprobaban antes el color de su piel. Lo que querían era salvar vidas", afirmó. "La tormenta no discriminó y tampoco lo harán las operaciones de rescate", aseguró.

Los paños calientes del presidente se dirigían a una opinión cuyo ánimo fue perfectamente resumido por el Times-Picayune . "Estamos irritados, señor presidente", espetó en su editorial. "Nuestra gente se merecía que la rescataran y muchos no lo han sido, para vergüenza del Gobierno". "Todos queremos aprender la lección", respondió Bush.

Bush había pasado la noche a bordo de una lancha anfibia de asalto, anclada en el río Misisippí frente al Centro de Convenciones, donde miles de damnificados estuvieron una semana en condiciones infrahumanas. Pese a la devastación, la Nueva Orleans que recibió a Bush ha pasado ya sus peores momentos, porque las autoridades y el Ejército controlan sus calles.

Uno de los responsables del desorden de las operaciones, Michael Brown, hasta ahora director de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA), dimitió ayer, después de haber sido relegado, el viernes, de ese cargo y trasladado a Washington. La semana pasada se supo, por la prensa, que ni Brown ni otros directivos de la agencia tenían conocimientos para desempeñar su trabajo. La FEMA, que se encarga de coordinar la ayuda federal en los casos de desastres naturales, había respondido tarde y mal en los primeros momentos después del huracán.

LAS ONG DE ESPAÑA Por otra parte, la coordinadora de ONG de Desarrollo de España decidió ayer no captar fondos privados para atender los daños causados por el Katrina . No obstante, y ante la incapacidad del Gobierno de Estados Unidos de resolver los problemas de los damnificados, las organizaciones están concretando su colaboración técnica con las ONG internacionales que operan en EEUU.