Con la misma alegría que la caracteriza, Brígida Nieto Minaya se ha convertido en la centenaria abuela de la residencia de ancianos de la localidad de Santa Amalia. La simpatía innata de esta mujer menuda le ha hecho conquistar los corazones de toda un pueblo que celebró con ella su siglo de vida el pasado 30 de mayo.

Aunque los rigores de la edad llevan años pasándole factura, y la memoria vive perdida en la eternidad de los momentos pasados, Brígida no pierde ni el buen humor ni su pasión por la canción, que la lleva a piropear y a cantar a todos los que la rodean.

En las esquinas de Santa Amalia aún perduran los olores de los helados, barquillos y pirulís que le valieron el apodo familiar de dulceros , que elaboraba para venderlos a los vecinos y sacar unas "perrillas" tan necesarias en una época llena de miserias. También se oyen aún los ecos de su voz ofreciendo sus dulces: "Vida y dulzura para las casadas, las solteras y las viudas.

Brígida ha tenido una vida dura porque nada comparado consobrevivir a dos hijas, una con 18 meses fruto de un primer matrimonio del que enviudó a los 28 años, poco tiempo después de perder a su hija; y el más reciente de sus padecimientos, el fallecimiento de su segunda hija en 1990. Con 83 años y una edad en la que se espera descansar de las fatigas del largo camino, ser cuidado y atendido, Brígida cambia el papel de la vida para ser ella la que atienda a sus nietos.

A pesar de todo, nunca ha perdido la sonrisa; y en la residencia aseguran que nunca la han visto llorar ni de mal humo.

Su vitalidad hizo que la propia Brígida se sorprendiera de su edad cuando comenzaron las felicitaciones. Su pueblo quiso estar con ella y con el único hijo que le queda, Celestino, con los que celebraron una fiesta a altura de todo un siglo de vida.