TStoy un tipo disperso. Me lo decía mi madre y me lo recuerda mi mujer. Y mira que durante años he intentado indagar en el origen de mi dispersión, pero nada, que no había forma de encontrar las raíces del problema. Hasta hoy. He tenido la suerte de leer en el periódico una estupenda teoría elaborada por las asociaciones ultracatólicas de padres de alumnos, en la que se asegura que el motivo de la dispersión que sufren los jóvenes se debe a que comparten las aulas con las chicas. Al parecer, los estudios que manejan estas asociaciones indican que poner en clases separadas a niños y niñas favorece la faceta académica y reduce el fracaso escolar, principalmente el de ellos. Pero es que, además, aseguran que alejar lo más posible los pupitres de chicos y chicas aumenta la tranquilidad en el aula y elimina la violencia sexista. Supongo que para defender con esa fe esta teoría la asociación será de padres, pero de padres separados, aunque no dispersos. La verdad es que todo esto ha sido un alivio, me refiero a saber que la culpa de mi dispersión no es mía, que la tiene la sociedad por obligarme a estudiar en un colegio mixto. Lo peor es que ahora, sabiéndolo, se me ha metido el miedo en el cuerpo, porque mis hijos van a un colegio mixto y estoy seguro de que me saldrán dispersos. El más que ella. Desde que estas asociaciones me han desvelado esta especie de secreto existencial, soy capaz de entender mejor los males de este mundo. Se empieza por crear colegios mixtos y se termina instituyendo la paridad en cualquier ámbito de la sociedad. Lo digo desde mi más profunda, y ahora controlada, dispersión.