A 37 grados bajo cero, en plena Laponia sueco-finlandesa, no hay paparazzo que resista una guardia. Así que hasta allí se han ido David Beckham y su mujer, Victoria, a vivir las Navidades en la más estricta intimidad. A salvo de los objetivos que han convertido sus andanzas madrileñas en una sitcom, los Beckham pasearon en los clásicos trineos tirados por renos, fueron a la sauna, comieron salmón ahumado y bebieron chupitos de aguardiente sueco.