Tu padre lloró en el útero de su madre y eso siempre resultó un misterio para toda la familia. Ahora el misterio se ha desvelado con toda su crudeza. Yo ya sé por qué tu padre lloró antes de nacer: porque presintió el dolor desgarrado que iba a suponer tu pérdida. Te has ido. Te fuiste el sábado, día 13 de diciembre, acunado por el amor de tu padre, Paco, y tu madre, Inés. Lleno de serenidad, lleno de paz, aceptando el resultado final de una guerra que no siempre se gana, maldita sea, pero sin rendirte. Tenías 23 años y todo el futuro por delante; el futuro brillante que se vislumbra para los que, como tú, disponen de una mente privilegiada capaz de asumir que la muerte forma parte de la vida, ese regalo que se nos brinda sin abrir y que, a veces, nos depara sorpresas tan amargas como tu pérdida.

Hay gente que pasa por la vida sin más y hay gente que no se conforma y vive cada minuto que la vida le ofrece con toda la intensidad. Tú has sido de los segundos. Un campeón, como ha repetido tu padre estos últimos días sin cesar. Un campeón para vivir y luchar contra el cáncer y un campeón para morir sin rendirte, sin resignarte a sólo pasar.

No puede haber dolor más grande que el de la pérdida de un hijo, de vuestro único hijo y desde aquí os envío un abrazo de solidaridad y afecto. Francisco se ha ido, pero os ha dejado llenos de su valentía, de su fuerza, de su amor, de su poder para vivir y para morir. Eso debe ser vuestro consuelo y esa debe ser la luz que os ilumine cada día para seguir adelante y vivir, como él lo ha hecho, cada minuto, con toda la intensidad.

Un abrazo enorme

Lourdes Timoteo