Las noticias que llegan del fondo del mar no son nada halagüeñas para la Costa de la Muerte. La primera expedición científica que ha analizado el estado de los caladeros gallegos a profundidades de entre 95 y 299 metros ha encontrado cantidades importantes de fuel depositado en las zonas próximas a Muxía y Finisterre, con concentraciones de hasta 0,6 toneladas por kilómetro cuadrado. El Instituto Español de Oceanografía (IEO), autor de la investigación, considera que estos datos impiden plantearse por el momento la reapertura de la pesca en esas zonas, y en el futuro habría que hacerlo "con mucha prudencia".

"El problema es que si ahora se autorizase pescar, aunque las capturas estuvieran sanas se mancharían del fuel que inevitablemente se engancha en los aparejos, y su comercialización sería un peligro". Así de claro se muestra el presidente del instituto, Alvaro Fernández García. Y es que los análisis se han realizado precisamente utilizando arrastres con bou de vara, un tipo de red muy tupida que también usan los pesqueros de la zona.

¿Cómo y cuándo se librará la Costa de la Muerte de esta pesadilla sumergida? Fernández García lo desconoce, porque "a tantos metros de la superficie es casi imposible actuar, ni con medios mecánicos ni con fertilizantes que aceleren la creación de las bacterias que degradan el vertido". Lo único que induce al optimismo es que a esas profundidades "existe una flora bacteriana muy rica que tardará más o menos, pero que acabará eliminando el fuel". Otros expertos consultados hablan de años para que culmine este proceso.

Las cotas en las que se ha hallado más fuel están situadas entre los 121 y los 200 metros. Los arrastres han recogido allí una media de 547 gramos de chapapote cada 15 minutos. Curiosamente, en la zona más próxima a la superficie, entre 70 y 120 metros, la cifra baja a 31 gramos, y entre 201 y 300 metros, a 232.