Isabel Pantoja ha vuelto a su terreno. Se ha ido de Marbella y ha regresado a Sevilla. Ha dejado la aventura de ser la agente de propaganda del alcalde Julián Muñoz y ha retomado su carrera de cantante. Isabel pasó ayer de criticada a aplaudida tras regresar a los escenarios, concretamente al del Teatro Lope de Vega de Sevilla.

Hay que ver la cantidad de cosas que le han pasado a la cantante en el último mes. Primero, Diego Gómez, su novio más virtual que real, anuncia unilateralmente la ruptura de la pareja y, a la vez, empieza a extenderse la especie de que Pantoja y el alcalde de Marbella son algo más que amigos.

Hace un par de meses, Isabel Pantoja, con residencia y negocios en Fuengirola, empezó a frecuentar Marbella y a dejarse ver con el alcalde. Esos encuentros se interpretaron, primero, como la evidencia de un idilio y, después, se justificaron con la existencia de un plan para que la cantante fuera la imagen de Marbella. El alcalde Julián Muñoz, mareado por el perfume que emana Isabel, empezó a prometerle el oro y el moro, y Pantoja, viendo más rentable y más descansado un contrato de imagen que cien galas de verano, se dejó querer.

El problema llegó con la intervención del representante del Partido Andalucista en el Ayuntamiento de Marbella, que exigió al alcalde explicaciones sobre sus relaciones con Isabel Pantoja. Al final, Muñoz, en una escena surrealista en la que estuvo acompañado por su santa esposa, negó a la cantante cual san Pedro y anunció que ésta renunciaba a ser la imagen de Marbella. Al final, Isabel Pantoja ha vuelto a sus labores, de las que más le valía no haberse apartado.