Como empresario ejerció un liderazgo apabullante en sus negocios y en su entorno. No es nada fácil sustituir una personalidad tan rotunda. Creo que si hemos sido capaces de dar continuidad con éxito al proyecto empresarial ha sido por una conjunción de factores que os comparto. Lo primero, sin duda, es respetar su memoria, que es tanto como respetar los valores que nos dejó impregnados: el trato impecable a las personas, tanto más cuanto más humildes sean; la construcción de relaciones de largo alcance con clientes, proveedores, bancos o instituciones; la búsqueda del acuerdo pues las relaciones pierde-pierde son absurdas; la generosidad para que la última peseta la gane el otro; la prudencia en la administración del negocio donde hay que cuidar la peseta porque el duro se cuida solo; la responsabilidad para el cumplimiento escrupuloso de los acuerdos; el trabajo, la humildad y la perseverancia; aprender a escuchar.

Por otro lado, es fundamental contar con equipos de trabajo que permiten dar continuidad a la actividad. Solo así las empresas pueden trascender a sus líderes fundadores. Es un problema para muchas empresas familiares que no saben delegar y requieren del fundador hasta para la propia operativa del día a día del negocio.

Para el sucesor, quien esto escribe, ha resultado clave contar con el apoyo y la lealtad del equipo. Siempre he promulgado que los sucesores de negocios familiares deben ganarse su credibilidad y para eso desarrollar fuera una carrera profesional exitosa ayuda muchísimo. Tras vivirlo en mis propias carnes todavía apoyo con más entusiasmo dicha tesis. Aportar credibilidad al entorno, y más en estos tiempos, es capital. Si solo te ven como el hijo de será más complicado y obligará a un sobreesfuerzo que puede llevar a decisiones equivocadas propias cuando se actúa bajo una gran presión.

La verdad es que es una suerte haber convivido con alguien tan excepcional, por eso el vacío es mayor. Trato de disimularlo pero el dolor ahí está. También es un estímulo para dar continuidad a su obra. Viéndolo en perspectiva, las bajas en esa generación de nuestros padres suponen también la pérdida progresiva de una manera de entender la vida y los negocios con hombría de bien. No sabrían usar el Facebook o el iPod ni navegar en las procelosas aguas de lo políticamente correcto, pero los prefiero como referentes para nuestros hijos antes que a tanto tarambana sin escrúpulos como los que hoy ostentan posiciones de alta alcurnia en la empresa, la vida social o la política.

Manuel Bermejo Sánchez