Los diez eran vecinos del mismo bloque de pisos en Málaga, en la calle de Mesonero Romanos, y fue esta estrecha relación la que les llevó a viajar juntos hasta Madeira para pasar unos días de vacaciones. Todos ellos, tres matrimonios, otros tantos niños y el piloto, perdieron la vida en la noche del jueves al estrellarse la avioneta en la que regresaban de la isla portuguesa. Anoche, no habían trascendido las causas que provocaron el accidente, aunque una cadena de televisión portuguesa apuntó que se incendió uno de los motores.

Poco después del despegue, que se efectuó seis minutos antes de la 11 de la noche, hora española, la torre de control del aeropuerto de Madeira perdió contacto con el turbohélice, un Beechcraft 200 fabricado en 1997, tanto por radio como a través del radar. El piloto, de nacionalidad británica, acababa de pedir permiso para regresar a la isla debido a algún fallo no determinado.

A las once de la noche de ayer, sólo uno de los cuerpos, el de una mujer, había sido localizado en el radio del accidente, a unos 20 kilómetros del cabo de San Lorenzo, uno de los puntos más al oeste de la isla.

El avión cayó en picado sobre el mar. Anoche continuaban las labores de búsqueda de los cadáveres. Al amplio despliegue del Gobierno luso se unieron técnicos procedentes de Málaga. La zona se encontraba repleta de fragmentos del aeroplano y restos mutilados de sus ocupantes.