Cuando escucho a Sinatra cantar Fly me to the moon me acuerdo de los bares con futbolín. No le fatigaré explicándole por qué me ocurre, pero es escuchar esa canción y esa voz y viajar en el tiempo. Hasta parece que vuelve a salirme el pelo. Otro de los milagros de la música consiste en que si con la edad adecuada te ponen en la oreja la canción oportuna puedes llegar a creerte el rey del mambo y hacer locuras. Sería interesante saber qué canción le han puesto al príncipe de Dubai para convencerle de que pague casi tres millones de euros por un camello. Jode pensar que cada vez que coges el coche estás contribuyendo a engrosar la fortuna de tipos así. Prefiero imaginar que mi dinero acaba en los bolsillos de un músico, aunque sea para pagar el divorcio de un McCartney o las manías de un Dylan . Al menos sus canciones han dado consuelo al mundo. Si muchos de nosotros alguna vez fuimos buenos y sabios en amores, lo aprendimos de sus labios cantores. En eso celebro el que a Dylan le den el Pulizter, como representación de todos los músicos de todas las épocas, porque ellos son nuestra memoria y lo mejor de la raza. En un cementerio he visto una lápida viejísima, sin flores y sin velas, comida por el verdín y el abandono, con el epitafio "te recordaré siempre". Y es mentira. A nadie lo recuerdan por siempre. Dentro de unos años nadie se acordará de los nombres de estos nuevos ministros que hoy mismo ha nombrado Zapatero , ni de Zapatero. También la tumba de Nietzsche corre peligro de que próximamente instanlen en su lugar una gasolinera. El olvido no respeta ni al padre del superhombre. Espero que al menos el dueño no sea el tipo de los camellos. Nada es para siempre. Sólo la música hace más llevadero el olvido.