En los años 60 apareció una pintada en la pared de la cárcel modelo de Barcelona que decía que la delincuencia hablaba castellano. Algo tenía de cierto la frase porque la migración interior había llenado la prisión de apellidos venidos del sur y los razonamientos más torpes acababan por vincular las acciones delictivas con la lengua materna del criminal. Quien escribió esa pintada no pensó que ser delincuente no depende tanto del punto geográfico en el que se nace ni del color de la piel, sino de las condiciones humanas y sociales en las que se desarrollan y viven los individuos. En aquellos años 60, independientemente de su apellido, la mayoría de los presos tenían en común que eran pobres que intentaban huir de la miseria por el atajo de no respetar las normas. Hoy ya no se hacen esas pintadas en los muros de las prisiones pero sigue habiendo quien cree que los forasteros son los que nos traen todos los males. No sé si alguien podrá explicarle a Acebes que los extranjeros tienen las mismas virtudes y defectos que los paisanos de toda la vida. Probablemente lo sabe y también es consciente de que al abrigo de asaltos y atracos se puede vender un discurso xenófobo que tiene demasiada demanda en lugares como Francia. El PP debe plantearse si está dispuesto a ser la casa común de la derecha española, en la que quepa incluso la ultraderecha, o si va a centrar su discurso para aislar las posiciones xenófobas que, por desgracia, son más fuertes y más ignorantes que las que hace 40 años emborronaban los muros de las cárceles.