Al igual que ocurrió con Juan Pablo II cuando, con 82 años, viajó en el 2002 a Toronto para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, Benedicto XVI, de 81, se tomará en julio unas pequeñas vacaciones de tres días inmediatamente después de realizar el vuelo más largo de su vida, de Roma a Sidney (Australia), para participar en un nuevo encuentro de la juventud católica. Se trata de reponer fuerzas antes de cumplir con la apretada agenda que le aguarda entre el 17 y el 20 de julio. Los problemas de salud del Pontífice, como los que presenta la debilidad del corazón de un octogenario, obligan a dosificar esfuerzos.

De vuelta al Vaticano, lo más seguro es que guarde descanso durante un par de jornadas más, como acaba de suceder tras su estancia en EEUU. Un artículo publicado días atrás por el diario francés Le Figaro levantó cierto revuelo en la Santa Sede al destapar que tras regresar un lunes del periplo americano, el Papa no retomó su actividad pública hasta el jueves, con la excepción de una breve comparecencia en los funerales del cardenal colombiano Alfonso López Trujillo. Ello conllevó la suspensión de la tradicional audiencia de los miércoles, a la que acuden miles de feligreses. El rotativo francés aventuraba que ese tipo de situaciones alimentaban ya las cábalas sobre la sucesión de Joseph Ratzinger.