La ciudad de Nueva Orleans también es conocida como The Big Easy (el gran relajo). La paternidad del eufemismo se atribuye oficialmente a la periodista Betty Guillaud, que en los años 70 empezó a referirse así a la ciudad en su columna del diario local The Times-Picayune para diferenciarla del estrés de Nueva York. Pero resulta que las referencias a The Big Easy llevan más de cien años resonando en las calles.

De hecho, hay documentos que cuentan que uno de los locales donde el primer rey del jazz, Buddy Bolden, arrasaba con su corneta en los primeros años del siglo XX era el The Big Easy. Y durante décadas, en la jerga de los músicos negros que llegaban de fuera para buscarse la vida, también se la conocía así, por la facilidad con que encontraban trabajo en sus locales. Y es que en Nueva Orleans la música ha estado detrás de casi todo, y antes que casi todo. Y como no podía ser de otra manera, su aeropuerto lleva el nombre de su hijo más famoso: Louis Armstrong.

El huracán Katrina ha arrasado la ciudad y cambiará muchas cosas. Posiblemente, Nueva Orleans no vuelva a ser lo que era. Pero ¿perderá también el espíritu que la convirtió en un polo de atracción?

Culto a la imaginación

El escritor William Faulkner, que escribió su novela La paga del soldado en una casa del famoso barrio francés de la ciudad, la describió diciendo que era "la ciudad donde la imaginación precede a los hechos". Un lugar en el que la ficción se confunde con la realidad, poblado por leyendas sobre casas encantadas, cementerios habitados por fantasmas, escándalos amorosos, vudú, corrupción y conspiraciones políticas. Es donde se dice que se tejió la trama para asesinar a John Fitzgerald Kennedy. Es también donde se asomaba a los balcones Tennessee Williams para ver pasar todos los días al tranvía llamado Deseo. Una ciudad extraña y bella, con un encanto caribeño, en la que se reía, se besaba y se amaba más. En la que había más diversión.

En un lugar como ése dicen las versiones oficiales que nació el jazz, entre 1897 y 1917. Versiones todas que dan la paternidad a Storyville, el distrito prostibulario del Vieux Carré, que en su mayor apogeo llegó a reunir 2.000 casas de citas. Una versión que no tiene por qué ser cierta.

Se sabe que las semillas del jazz, como las del blues y las del rock and roll, fueron fecundadas y germinaron casi al unísono en varios puntos de la geografía del país, de una forma natural, promiscua y anónima que no suelen recoger los libros. Pero si hay que ponerle un nombre a este padre, está claro que fue en Nueva Orleans donde las semillas del jazz maduraron antes.

"La ciudad tenía una gran tradición en cuanto a celebraciones. Y tenía ópera francesa, bandas de marchas militares, folk, blues, diferentes tipos de iglesias, ragtime, percusiones africanas y multitud de formas de baile que se acompañaban con su propia música y que podían escucharse por toda la ciudad. Cuando todas esas formas cuajaron en una sola es cuando nació el jazz", ha dicho el trompetista Wynton Marsalis, nativo de la ciudad y uno de los emblemas del género.

Cuando los prostíbulos cerraron por decreto en 1917, muchos músicos emprendieron el éxodo. Pero la música siguió viva y coleando. Porque era algo realmente popular y estaba por ello muy vinculada a los ciclos de la naturaleza y a la actividad doméstica y social.

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