La tarde vivida ayer en Zafra es de las que hacen afición. Muchos espectáculos como éste darían salud y vida a la maltratada fiesta de los toros. Plaza llena, público ansioso de ver torear, toros embistiendo y una terna en competencia.

Empiezo por el final, por el más joven, un torero extremeño que está escalando y alcanzando cotas de alto nivel. Miguel Ingel Perera enseñó ayer, en su tierra, lo que está mostrando en todas las ferias de España y Francia. Toreo majestuoso, de mucho empaque, hasta poderoso y hondo, son los pilares de éste joven torero capaz de ser grande.

Si con el tercero, animal de brusca embestida, apuntó en series de naturales y construyó una faena de menos a más, con mando y poder; fue en el sexto cuando llegó la apoteosis. Perera dibujó trazos de gran largura, se basó en la ligazón, dio el pecho en los cites y embarcó desde el embroque hasta el fin. Fue faena de peso, con momentos intensísimos por ambos lados, en la que al final, surgieron los circulares, enlazados con derechazos y naturales. Sublime el torero, colaborador el de Fuente Ymbro que sólo tuvo el defecto de escarbar entre las series.

Perera mató a los dos de sendos espadazos y se alzó en máximo triunfador de la tarde con cuatro orejas y un rabo.

Antonio Ferrera atraviesa por buena racha. Protagonista permanente en la escena durante la lidia de sus dos toros, con las banderillas formó un lio en el cuarto, al que realizó un trasteo de mucha conexión con los tendidos.

Antes, con el que abrió plaza, el de Villafranco se divirtió con un animal noblote que para él resultó un juguete. Anduvo suelto y sobrado el torero.

EL JULI, FIGURA

El Juli mostró por qué es la máxima figura del toreo. Derrochó raza, ganas de triunfar y estuvo pletórico de técnica e inteligencia. Habilidoso con el primero de los suyos para llevarlo siempre muy tapado, el toro se lo agradeció. Logró series ligadas que de no haber fallado con la espada le hubieran valido para cortar las orejas. Al quinto, premiado con la vuelta al ruedo, lo enseñó al público mejor de lo que fue. Repitió el de Zalduendo, pero después de que Juli lo consintiera llevándolo a su altura. Al final, el toro admitió la mano baja. Las dos orejas de éste toro le valieron a Julián para acompañar a sus dos compañeros por la puerta grande.