"¿El mejor vino del mundo? Aún no lo he probado y espero morirme sin probarlo, porque si lo encuentro, ¿para qué seguir buscando, para qué investigar? Se acabaría la curiosidad, las ganas de conocer, de probar". Así se expresa Jesús Sanguino, sumiller extremeño que pese a su juventud ha recorrido medio mundo -Finlandia, Suecia, Estados Unidos, Francia, Portugal, Chile- y por supuesto las mejores zonas vinícolas de España-- aprendiendo y trabajando antes de establecerse en Mérida con una idea novedosa: unir la cultura del vino con la cultura a secas.

Así nació Vino y Arte, en cuyas instalaciones se conjugan tres conceptos: la venta al público, el asesoramiento y la formación, y el arte. El núcleo lo constituye la sala de catas, donde Sanguino imparte cursos intensivos en grupos reducidos de entre seis y quince personas. La idea ha tenido eco y ahora da una media de diez cursos por mes y, para su sorpresa, no solo a profesionales del sector, sino también a muchos particulares. "También se está imponiendo mucho como regalo de empresa y como incentivo a los trabajadores", explica.

Un regalo original y además muy asequible, ya que el curso cuesta sólo 20 euros por persona, puede darse a domicilio y aborda todos los aspectos. Así se conjuga la parte teórica de elaboración y propiedades del vino, con la práctica, la cata de blancos, tintos y rosados. "A diferencia de las catas en bodegas, que inciden en los vinos propios, aquí se catan vinos de todas las procedencias, incluso se dan a probar vinos defectuosos para explicar en qué parte del proceso se ha fallado".

También se pueden solicitar cursos más específicos sobre vinos de variedades o zonas concretas, incluso nociones de maridaje con la cocina "rompiendo estereotipos como que el blanco es para el pescado y el tinto para la carne, porque no siempre es así, es un mundo mucho más rico, con muchos matices".

En su bodega no faltan las marcas más conocidas, pero estas botellas no ocupan más del 20% de las estanterías. El 80% restante responde a su propia investigación "porque no dejo de viajar, de probar, de buscar vinos similares a esos que tanto se piden pero a mejor precio".

En esencia, el concepto de tienda viene marcado por dos premisas: "no masificar, asesorar, formar e informar, porque para despachar vino sirve cualquiera, pero para descubrir al cliente qué vino casa con sus gustos hay que tener una mentalidad abierta y conocer de qué se habla" e inculcar al cliente esa curiosidad por vivir nuevas experiencias de la mano de un buen vino.

Y aquí enlaza el apellido de la iniciativa de Sanguino, el arte. Su tienda y su sala de catas se convierten en galería de exposiciones o en foro donde presentar libros, "y así se pueden conjugar las sensaciones que produce la obra con las que produce el vino que se está probando, se buscan asociaciones de sentimientos". No es una galería al uso, puesto que Sanguino no cobra alquiler ni porcentaje sobre las ventas. "No, la idea, que nació de experiencias similares que he conocido en otros países, es crear un entorno cómodo y agradable para disfrutar de la cultura. ¿Qué gano? Amigos y, posiblemente, clientes, que volverán en busca de aquel vino que asocian a esa sensación". afirma.