Hoy las casas las fabrican empresas que tienen intereses en la construcción de autopistas y en la industria pesada. La casa perfecta no debería estar en estas manos, sino en las de entidades de la cultura y el pensamiento. Así lo cree el arquitecto Enric Ruiz-Geli (en la foto). Su descripción de la casa 10 explica el porqué de ese revolucionario cambio de paradigma: "La vivienda ideal estará habitada por familias que han entendido que el petróleo forma parte del pasado. Se alimenta de energías limpias y respira concienciación medioambiental en cada rincón. Los molinos de viento y las placas solares que descansan en el tejado, las células fotovoltaicas que hay en los cristales de las ventanas y los sistemas de geotermia del sótano generan más energía de la que es capaz de consumir, aportando el resto a la comunidad". Es, añade, una casa local, no global. Está hecha con materiales locales, de acuerdo con la cultura local y adaptada a la climatología local. Sus habitantes se alimentan de su propio huerto urbano y los límites entre el exterior y el interior están difuminados. "En esta vivienda ideal, todo es casa y todo es jardín".

Una vivienda tan concienciada ha de ser, necesariamente, una vivienda inteligente. "Pero no solo porque todos los mecanismos estén informatizados, sino porque el diseño en su conjunto responde a un planteamiento paramétrico, donde cada aspecto está relacionado con el que tiene al lado". El agua, explica Ruiz-Geli, se recoge del tejado y va a un depósito del que puede ser recuperada para ser consumida. Su dotación electrónica no depende de los aparatos colocados aquí o allá, sino que toda la tecnología es ubicua. No hay altavoces, no hay pantallas, toda la vivienda es un permanente sensor. El control informático de esa tecnología no está centralizado, sino distribuido, para evitar que la vivienda se colapse si se colapsa el puente de mando. "Es una casa diseñada para disfrutar de la fiesta de la vida".