Cuando el 12 de julio de 1994 salió de Londres, Jason Lewis tenía 26 años y pensaba que su vuelta al mundo le llevaría tres más. Un viaje complicado, porque solo iba a usar su propia fuerza para desplazarse. El sábado regresó, por fin, al mismo lugar desde donde había partido. Habían transcurrido 13 años, dos meses y 23 días en los que recorrió 74.000 kilómetros a pie, en bicicleta, sobre patines y en un barco propulsado por pedales.

"Me siento vacío. Todo lo que he hecho en estos 13 años ha estado relacionado con este viaje. Ahora, todo ha terminado", dijo emocionado cuando, con la ayuda de amigos, familiares y admiradores, empujaba su barco, el Moksha, del río Támesis hasta el Royal Observatory, donde se encuentra señalado el meridiano de Greenwich, el lugar en el que había comenzado su aventura.

Por el larguísimo camino le persiguió un cocodrilo en Australia, enfermó de malaria dos veces, sufrió un envenenamiento de la sangre en medio del Pacífico, fue atacado en Somalia por piratas y detenido en Egipto porque creían que era un espía.

Con un amigo

"Ha habido momentos malos, pero los buenos han sido reconfortantes", aseguró. Ello no le impidió formular una confesión: "Si de antemano hubiera sabido que esto me llevaría 13 años, seguramente no lo hubiera empezado". De hecho, comenzó la aventura con un amigo que lo abandonó después de cuatro años, en Hawai.

Es la primera vez que un hombre da la vuelta al mundo utilizando solo su propia fuerza. Ni siquiera valía llevar un velero para cruzar los océanos. Así, pedaleando, Jason Lewis necesitó 111 días para cruzar el Atlántico entre Lagos (Portugal) y Florida, otros 178 días para superar el Pacífico entre San Francisco y Australia y 76 para pasar de Mombai a Djibouti por el Indico. En bicicleta cruzó desiertos y el Himalaya, donde sufrió el mal de altura, en kayak atravesó Indonesia y en patines hizo el recorrido entre Fort Lauderdale (Florida) y San Francisco. Por el camino americano, un automovilista borracho le atropelló, Lewis se fracturó las dos piernas y necesitó nueve meses para recuperarse por completo.

No fue su único parón. A menudo, se quedó más tiempo en un lugar para trabajar y ganar dinero para costear su odisea. También regresó dos meses a Inglaterra, cuando su padre tuvo que recibir tratamiento contra el cáncer. Cuando el sábado volvió a pisar su país, le preguntaron por lo que más había echado de menos: "Una cerveza fría en un pub", respondió.